Nada más tentador que evaluar, criticar y etiquetar a las generaciones de menos edad, esas que todo lo hacen peor que las anteriores. De los antiguos ´jasp´ (jóvenes aunque sobradamente preparados´) a los ´ni-nis´ (que ni estudian ni trabajan), los ´millennials´, los ´xennials´... En diez años (o antes) los podremos llamar directamente los ´sin techo´, aunque dado que según la Fundéu BBVA ´aporofobia´ fue la palabra del 2017 ya se encargará alguien de buscar un nombre en inglés que no suene tan a pobre. Los datos sobre las dificultades para emanciparse no deben convertirse en un pique generacional para ver quién lo ha tenido más difícil: las realidades son totalmente diferentes y el mundo y las dinámicas económicas han cambiado. Huyamos del enfrentamiento entre jóvenes y mayores porque el problema afecta a todos ya que los primeros deberán sustentar a los segundos cuando se retiren; esos veinteañeros ahogados en la burbuja del alquiler, que hoy no pueden emanciparse ni iniciar su proyecto de vida al haber aterrizado en un mercado laboral marcado por la precariedad y con una tasa de paro juvenil obscena (y que el Gobierno no combate de ninguna manera). Los ´smartphones´ son cada vez más grandes, pero no lo suficiente como para vivir bajo ellos.
