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Dos palabritas

Compañeros de piso mal avenidos

Busquets, la gran ausente ayer.

Aquellos de ustedes que hayan disfrutado de la experiencia de vivir en un piso compartido probablemente sabrán a qué me refiero. A veces te encuentras con alguien que simplemente no te cae bien y sabes que el sentimiento es mutuo. Al principio ambos os esforzáis en presentar vuestra mejor cara y tratar al otro con cordialidad, pero por lo general son esfuerzos abocados al fracaso. La convivencia se convierte poco a poco en una sucesión de reproches: no has fregado los platos, has dejado pelos en la bañera, ese yogur es mío. Y el final es previsible: en el momento en el que puedes, te piras. Ahí os quedáis.

No puedo evitar que la forma en la que ha entrado Bel Busquets en el Govern me recuerde un poco a estas situaciones. Entró para cubrir el hueco de Biel Barceló, sabiendo perfectamente que sus compañeros debían andar mohínos. No en vano esta crisis se debe a uno de los motivos más pueriles que se recuerdan. Tienes que vivir muy alejado de la realidad para pensar que puedes aceptar una semana de gorra en un resort de Punta Cana siendo vicepresidente de la Comunidad, y que nadie se enterará. O si se enteran te reirán la gracia.

Así las cosas, era normal que en el PSIB estuvieran tensos a la hora de afrontar una crisis que les ha venido impuesta de fuera. Y más todavía cuando desde el PSM se hacen los dignos y se empeñan en mantener su cuota de poder dentro de Més y dentro del Govern.

Lo que nos lleva a la meteórica carrera de Busquets, sustentada en una alarmante falta de liderazgo y en las luchas intestinas que han aflorado en Més tras los primeros días de comunión y buenas intenciones. Porque el error infantil de Barceló y los vetos del PSM a sus colegas de Iniciativa han hecho vicepresidenta del Govern y consellera de Turismo a la mujer que iba en el puesto número 7 de de Més en las elecciones. Y digan lo que digan, es una auténtica desconocida para el gran público.

Probablemente un mal menor para la presidenta del Govern, empeñada en cerrar la crisis cuanto antes, incluso a costa de perder una cierta autoridad entre sus consellers. Porque ya era lo último que le faltaba por ver, que una consellera se le autonombre.

Pero a falta de un año y medio para que acabe la legislatura, no está una para ofenderse por estas nimiedades, que está el PP frotándose las manos. Toca cerrar filas para tratar de dar ejemplo de buena gestión y eficiacia, y empezar a vender algunos de los logros del exvicepresident (como imponer la ecotasa sin apenas oposición, ¿ya no se acuerdan? Lo que supondrá un chorro de dinero para invertir). Es el momento de olvidar las rencillas y trabajar para tratar de eludir la maldición de los pactos de progreso: que no han logrado nunca ser reelegidos.

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