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Opinión

Barceló viajó al Caribe a dimitir

La única interpretación lógica de las vacaciones regaladas es que el vicepresidente deseaba dejar el cargo

El emigrante cumple su objetivo. b.ramon

En las vacaciones pagadas a Biel Barceló en el Caribe se dirime si una autoridad ha admitido en provecho propio, y ya sea recibido directamente o por persona interpuesta, un regalo abultado que pudiera haberle sido ofrecido en consideración a su cargo. Así se enuncia el artículo 422 del Código Penal, englobado en el apartado del "Cohecho pasivo impropio". Por supuesto, habrá tantas respuestas como juristas, dependiendo de quién les pague. Resulta curiosa la valoración efectuada ayer mismo por el diputado Josep Melià. Efectivamente, la invitación hubiera sido en UM un asunto baladí.

Aunque el daño político del comportamiento de Barceló supera a las consideraciones legales, unas vacaciones sufragadas a un vicepresidente del Govern no atienden a una mera cuestión ética o estética. Distorsionan el funcionamiento de su conselleria, puesto que paga una empresa sobre la que toma decisionesDistorsionan el funcionamiento de su conselleria, puesto que paga una empresa sobre la que toma decisiones. Si Turismo dispusiera de algo parecido a un servicio de inspección, sus funcionarios se verían perturbados al saber quién abona el ocio de su conseller.

Barceló se convirtió ayer en el primer político mallorquín que renuncia a su cargo desde Punta Cana. Viajó al Caribe a dimitir, porque la única interpretación lógica de las vacaciones regaladas es que el vicepresidente deseaba dejar el cargo. Le embargó el romanticismo de los antepasados de los actuales mallorquines, que siguieron el mismo rumbo migratorio en un periplo muy documentado por los historiadores del PSM.

La dimisión caribeña confirma que Barceló practicó el absentismo hasta su último día. Se pensaba erróneamente que solo le aterrorizaba la presidencia del Govern, pero la vicepresidencia le suscitó el mismo pánico. Por eso se rodeó de directores generales memorablemente insustanciales. Su suicidio tropical obliga a revisar el veredicto de sus anteriores escándalos. Difícilmente podía controlar a sus lugartenientes quien no se controla a sí mismo.

Objetivo cumplido, puede presumir el emigrante Barceló, pero el viaje equinoccial no ha salido gratis. Més paga las facturas, en un goteo de votos que ayer era hasta físicamente perceptible, y que evolucionaba hacia el estruendo de un descuartizamiento. El magro consuelo procede del descubrimiento a tiempo del escándalo. De aquí a un año, se hubiera multiplicado el potencial explosivo de una foto del vicepresidente ejerciendo de forofo de un grupo turístico.

Un estallido golpea en todas direcciones. El análisis penal vuelve a imponerse para circunscribir la dimisión de Barceló a la vicepresidencia, sin extenderla a la renuncia al acta de diputado. Con la incubación de la investigación de los contratos, no conviene despojarse del manto protector del Tribunal Superior sobre los aforados.

Barceló no dimitió ayer sino el martes cinco de diciembre, al embarcar en un avión rumbo a Santo Domingo. Ni siquiera ensayó una defensa de su honor en condiciones. El escudo precario de un "viaje privado" olvida que en la privacidad radica precisamente el núcleo de la infracción a un sinnúmero de códigos. Una visita oficial con idéntica agenda le hubiera blindado. Una vez más, no guardó ni las formas porque era indiferente al desenlace de su ruleta caribeña.

Solo una persona se solidarizó con Barceló, aunque su apoyo resultara infructuoso. Se trata de Biel Company. El PP ya no puede ofrecer lecciones ni de astucia. Incumpliendo la regla de dejar que los enemigos se despedacen a gusto, irrumpió con una ridícula rueda de prensa, a cargo del político asociado a las langostas y el champán de uso privado en Cabrera. No puede descartarse un resabio de envidia en el exconseller de Medio Ambiente que se creía propietario del Parque Nacional, porque los progresistas le han superado en exotismo a la hora de escoger sede de esparcimiento.

Y todo por unas miserables vacaciones en el Caribe. La diferencia para Barceló entre aceptar o rechazar la invitación era mínima, en cuanto al disfrute de su cargo. Sin embargo, y por una sola vez en su atribulado mandato, calculó a largo plazo. El vicepresidente no se sintió con fuerzas para alcanzar malherido la meta de 2019. Como una tortuga, se arrastró hasta la playa caribeña desde el mar ajeno. Empieza la última oportunidad del Pacto de Progreso.

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