"No me dejaron ver la casa antes de comprarla. A. (el principal acusado) me dijo que había una señora viviendo y no la podía ver. Cuando la vi me enfadé mucho: todo estaba destrozado, no había cristales en la ventana del baño, no tenía luz, las persianas estaban rotas, la bañera estaba rota. No se podía vivir allí", explicó la mujer guineana denunciante de la presunta estafa.

"Yo no me podía entrar a vivir allí con mis hijos, pero tuve que hacerlo. Un vecino me dejó conectar un cable y así tuve electricidad. A. me decía que todo lo iba a arreglar el banco, pero no fue verdad". Por el contrario, en el informe de tasación aparecían unas fotos de la casa con un estado muy distinto al que se encontró la inmigrante, que diez años después todavía no ha podido reparar esos vicios.