Trabajar. Estudiar. O ambas cosas a la vez. Estar con la familia y los amigos. Arreglar la casa. Ir al súper. Dejar un rato para uno mismo. Trámites. Salir. Hacer deporte. Leer. Ver una serie. Descansar. Los días no dan para mucho más.

El tiempo cotiza al alza, a nadie le sobra y cada día perdemos un poco. Y pese a ello, sigue habiendo quienes cogen ese tesoro que es el tiempo libre y reservan una parte para echar una mano a alguna causa o persona. Sin esperar contraprestación alguna, más allá de una sonrisa o un abrazo. Que no es poco.

Raquel, de 20 años, compagina sus estudios con su colaboración como voluntaria en la Creu Roja Emergèncias. Y en Projecte Home. Y en la Organización Mater Misericordiae. Y aún así asegura que tiene tiempo de estar con sus amigos (muchos hacen voluntariado también) e incluso salir de fiesta.

Mater atiende a personas con discapacidad intelectual y, entre otros, impulsa el programa de voluntariado tutelar, enfocado a los usuarios cuya tutela está en manos de la entidad.

Raquel, Lupe y Rubén son tres de los voluntarios que participan en el programa y reservan en sus agendas un hueco cada semana para hacer algo con Loles, Mari Carmen o Vanesa.

El compromiso

Los tres, antes de lanzarse a ello, firmaron una especie de contrato que especifica sus derechos, sus deberes, su disponibilidad y la duración de su compromiso. Como en un contrato de trabajo, se acuerda que en caso de que el voluntario, por los motivos que sean, decide dejar de colaborar debe comunicarlo con al menos quince días de antelación.

En el caso del voluntario tutelar una parte importante del proceso es la confección de la pareja ´voluntario-usuario´. Es algo delicado porque al fin y al cabo se trata de construir una relación: "Hacer un amigo", dice Rubén. Por ello, se mira la actitud del voluntario y sus afinidades y se buscan perfiles similares.

Milos Bordes, la responsable de coordinación del voluntariado en Mater, señala que el perfil de gente dispuesta a colaborar con este programa es el más complicado de encontrar: "Hay miedo y desconocimiento". Y es que el voluntariado siempre es compromiso, pero en este caso, que saben que una persona las espera cada semana para pasar un buen rato, es un grado aún mayor.

Siete voluntarios colaboran ahora con este programa, pero Mater tiene 33 personas tuteladas y, de entre todos sus usuarios, estos son precisamente "los que más necesitan crear un vínculo".

Tras un año de visitas y salidas al parque, paseos y Aquarius, Raquel, que ha estudiado el ciclo de FP de Atención Sociosanitaria y ahora cursa el de Integración Social, ha conseguido crear un vínculo con Loles. "Y el primer día se escondía", recuerda. En su caso, el voluntariado le da la opción de "conocer al colectivo" y además "aprender un montón de ellos".

Lupe de 49 años, lo tiene claro: "Yo elegí a Mari Carmen: al principio, cuando su madre tenía su tutela, yo le pedía permiso para sacarla".

Lupe trabaja en el centro de día de Mater y los lunes, cuando acaba su jornada, se va a buscar a Mari Carmen y se la lleva a pasar la tarde a su casa. Para merendar, para hacerle ataques de cosquillas. Cada quince días, Mari Carmen se queda a dormir allí. Hace cinco años que se conocen.

¿Por qué se llevaría alguien trabajo a casa? Porque no es trabajo. "Es algo que surge", apunta, "y no sabes lo que me llega a aportar ella a mí, lo que significa que te dé un abrazo desinteresado", resume. Asegura que ambas "se han salvado mutuamente".

Rubén recoge cada miércoles por la tarde a Vanessa del piso tutelar y van a tomar algo, a jugar a los bolos, a ver las luces de Navidad y, sobre todo, a ver escaparates.

Vanessa se prueba sombreros, chaquetas o bolsos y Rubén le hace fotos para que vea cómo le quedan. Se ríen con chistes que ya son clásicos para ellos.

Él, profesor especializado en educación física y educación especial, también es trabajador de Mater. Él decidió hacer voluntariado porque su hermana tiene una discapacidad intelectual y está sensibilizado con el tema. "Cuando la vas a buscar la ves súper feliz, y con eso te sientes bien, yo le digo: ´¡Ésa es la cara que me gusta!".

Tanto Rubén, como Lupe y Raquel están vinculados con el trabajo social por motivos profesionales o de estudio, algo que Bordas considera "lógico", pero no todos los voluntarios de Mater tienen este nexo con el sector.

Asegura que encuentran una gran variedad de perfiles entre las 128 personas que este año dedican o han dedicado un tiempo a colaborar con alguno de los muchos programas que tienen: jubilados, profesionales de distintos ámbitos y jóvenes "que se implican a tope". De acompañar a los chavales a una discoteca a colaborar impartiendo algún taller puntual: si hay ganas de ayudar, las oportunidades no faltan.