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El médico puede esperar

Tranquilos. El Ib-Salut nos quiere por igual, estemos sanos o enfermos. Una vez logrado atravesar el umbral de sus servicios asistenciales -no es fácil- nos considerará ya de la casa y asumirá nuestro estado, sin que ello presuponga su alivio o tratamiento. Solo está garantizada la espera. Los males del sistema se disimulan mejor en la intimidad y el anonimato de una sanidad pública insensible ante la saludable inmediatez asistencial.

Pero, dado que el problema es del Ib-Salut y no del paciente, el médico puede esperar. Esta es la conclusión a la que podemos llegar si atendemos a las justificaciones de un Juli Fuster que da la vuelta a la problemática de las listas de espera para ampararse en su reverso. La demora solo se ha aliviado de forma temporal en la primera visita y en las intervenciones quirúrgicas. Las segundas consultas en Son Llàtzer aguardan más de un año de espera en especialidades como cardiología, urología o traumatología. Son consultas desde el retrovisor. Con este método, el médico acaba interviniendo sobre tus antecedentes antes que sobre su presente.

Los especialistas denuncian que ya no se hacen peonadas para aliviar el tiempo perdido y el director gerente de Son Llàtzer asegura que esta afirmación solo puede ser cierta de forma parcial, atribuye a fallos administrativos los retrasos de las segundas visitas, un efecto secundario que incide sobre las verdaderas carencias de la sanidad pública.

El Ib-Salut no ha reducido las listas de espera. Las ha camuflado poniendo el avance de las primeras citas como cortina ante los retrasos generales palpables. Se ha transmitido un diagnóstico irreal de forma intencionada. Con todo, lo más inquietante es que los responsables de la gestión sanitaria se dan por satisfechos cronificando el sistema.

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