Este artículo se podría haber escrito el lunes, antes de la votación en el Parlament. O hace veinte años. El poder consiste en lograr los mismos favores del PP que del PSOE. Sin duda, Abel Matutes es poderoso. Ha legalizado su imperio urbanístico con el Govern más izquierdista de la historia de la humanidad, en un favor que se mide en decenas de millones de euros. A continuación, se distrae a los progresistas revoltosos con las plazas de guardería para pobres.
La disciplina de voto de PP y PSOE se llama Matutes, el ministro ambidextro. No se ha colado una disposición transitoria tramposa en una Ley de Urbanismo, sino que ha habido que tramitar una aparatosa Ley de Urbanismo para camuflar la sumisión bipartidista al dueño de Eivissa.
Mallorca se enorgullece de una larga tradición de apostillas legislativas oscuras. Bauzá recurrió a las disposiciones epilogales para allanar la legalicación por parte de Mateo Isern de su pisito millonario. Matas también volteó la legislación abstrusa para que Munar enajenara Can Domenge en todos los sentidos. Sorprender al PSOE en este banquete de truhanes no supera el estupor de que su diputado portavoz esté imputado como consejero de Sa Nostra.
Todo ha cambiado con la llegada de Podemos, Més y PSOE al poder. Escarrer se queda a buen precio con el Palacio de Congresos. A Matutes le legalizan gratuitamente el Ushuaia, donde solo se sirve Krug tamaño gigante. Carmen Planas y Francisca Armengol repiten actos y discursos, hasta el puntro de que podrían intercambiar sus cargos de presidenta de los empresarios y favorecedora de los empresarios sin que nadie notara la diferencia. La parroquia espera que le toque la calderilla, los grandes millones ya están adjudicados. De matute.
