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Opinión

Biel Company es el artículo 156

La brutal oposición responde al discurso de derechas de Armengol con ofertas de reuniones a solas, acusaciones de ´hooliganismo´ y la certeza de que "nuestros empresarios se encargarán de todo"

Una mañana de jefe de la oposición al año, en la confianza de que "cuando yo sea presidente". B. RAMON

Biel Company es el 156. Siempre va un artículo, un sustantivo y un insulto más allá, el conseller es un "mono con pistolas". El jefe por una mañana de la brutal oposición se esforzó ayer en ofrecer su versión para todos los públicos. Sin éxito. Por debajo de la cólera embridada se removía el tono bronco y desabrido de un hombre acostumbrado a creerse que tiene razón. En el PP muestran satisfacción por las prestaciones de su líder ocasional, por lo visto temían que arrojara objetos desde la tribuna.

El discurso de Company empieza con la intervención inaugural de Francina Armengol. La presidenta citó laudatoriamente a la Caeb, al Cercle d'Economia y a Antón Costas, con sede todos ellos a la derecha del PSOE. Ni una tímida alusión nominal a UGT, CCOO, Gob, Obra Cultural y demás instituciones clave en el auge de la izquierda. Las pintorescas citas de almanaque correspondieron a valores neutros como Madame Curie, Eleanor Roosevelt o Hável. Todos extranjeros, no hay pensamiento en catalán. Refugiándose en la farsa de neutralizar al PP, la muy conservadora plática omitió la "saturación" sangrante, para traducirla por la "construcción" de nuevas viviendas. Nadie ignora que la necesidad más perentoria de Balears es el cemento.

El acusado escoramiento de Armengol hacia la derecha obligó a Company a reivindicar la Plataforma Antidesahucios, por primera y última vez en su biografía. O a esgrimir la preterida "saturación". El líder del PP estaba obligado al contorsionismo para evitar una alabanza a José Ramón Bauzá. De ahí que se sintiera más cómodo al deslizarse hacia el tremendismo en "el hooliganismo de alguno de los suyos", o en la exigencia de que "no criminalice". La regañina se remató con un napoleónico "cuando yo sea presidente del Govern. Ya tiene un voto.

Company equivale a manejar nitroglicerina. La referencia más sonada a su antagonista había tenido lugar al interpelar en vivo a Mariano Rajoy. "No pierdas ni un minuto con la presidenta ArmengolNo pierdas ni un minuto con la presidenta Armengol, tú a lo tuyo y ya nos encargaremos nosotros de ella". Este preaviso siciliano enuncia el artículo 156 de la Constitución según Company, ayer levemente corregido en "nuestros empresarios se encargarán de todo". Por lo visto, el autoproclamado presidente del Govern no aumentará su productividad en el Consolat. Una mañana de trabajo al año. En cuanto a la disputada patronal Caeb, el Pacto y PP suplican su respaldo. El resto de la ciudadanía tiene un problema de representación.

Los empresarios al timón y los oscuros conciliábulos compendian el recetario de Company. "Vamos a hacer un pacto", propone saleroso al Pacto. Se enmienda a continuación, para proponer una reunión a dúo con Armengol. "Nos vemos y hablamos", el exconseller delata su querencia por las habitaciones llenas de humo, donde se alcanzan acuerdos opacos a espaldas de la ciudadanía. PP y PSOE a solas, por última vez en Sa Nostra.

Company confirmó las peores prevenciones. Se lo puso fácil a su rival, que debía limitarse a adoptar una actitud pedagógica, a enfundarse el armiño presidencial y a despejar el pequeño obstáculo dialéctico. Sin embargo, la izquierda mallorquina actúa de feroz oposición hasta cuando accidentalmente gobierna. El líder cuestionado por el PP no había intervenido pensando en el Pacto, sino en ganarse la confianza de sus propios diputados. Armengol prefirió sentirse personalmente agraviada, un sentimiento comprensible en cualquier interlocutor de Company pero desaconsejable ante el público. La presidenta de Balears se contagió, y perdió el aforamiento porque se mostró desaforada. Gritó más que Marga Prohens.

La victoria de Company se cifraba en que no mordiera literalmente a ningún diputado de izquierdas. Al rebajar tan notablemente las expectativas, la ausencia de puñetazos puede considerarse un triunfo. Ahora bien, el error mayúsculo de Armengol al buscar el enfrentamiento no oculta la nulidad de las propuestas del PP. La excusa de que el Govern conservador fracasó por las sacudidas de la crisis, no explica un descenso de 35 a veinte diputados. Y el conseller de Cabrera, adonde deporta a los obstáculos que se interponen en su conquista del poder, pasó en una breve línea por encima de su Xylella, la fastidiosa bacteria a la que tanto contribuyó.

El PP ha cultivado una honrosa tradición de candidatos mediocres. Company es además peligroso. Por fortuna para su partido, el exconseller hibernará en su escaño tras ganarse en una mañana el sueldo anual. Las riendas de la portavocía volverán a ser empuñadas por la mujer que viene ejerciendo este papel en los últimos tiempos, con la bendición de Rajoy. Es decir, por María Salom.

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