Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Armengol escoge "funciona", el eslogan electoral de Matas

La presidenta está más preocupada por el bienestar de los empresarios, "el impuesto turístico no ha dañado la competitividad del sector", que por la realidad de ciudadanos agobiados por el coste de la vida en Balears

Desde su ´tecno chic indie´ de las "tecnologías de la información", Armengol garantiza un próximo verano más saturado que el anterior. B.ramon

Si se cumplen los planes de Rajoy sobre el desarrollo autonómico, ayer se celebró el último debate del estado de la comunidad balear. Las provincias no necesitan interrogarse sobre su identidad, Madrid alberga la exclusividad del alma estatal. Frente a la realidad aplastante, Francina Armengol describió en el discurso inaugural un mundo de fantasía, porque "en las Illes Balears se vive mejor". Debería remarcar que habla únicamente en nombre propio, porque ese "territorio más habitable" que su Govern ha construido es en teoría el mismo sacudido por la saturación y la turismofobia.

La saña periodística no aprecia el mérito de plantarse en una tribuna y proclamar sin sonrojarse que "hemos impulsado una nueva cultura del agua". Suerte que a estas alturas la audiencia ha desconectado, hasta el punto de que no saldría del sopor si Armengol declarara la independencia de Balears.

En la campaña electoral corrupta de 2007, el PP se apuntó al eslogan "Funciona" de productos Pascual, para intentar la reelección fallida de Jaume Matas. De hecho, el actual Govern reclama a los populares que devuelvan el dinero público invertido en aquellos comicios. De ahí la sorpresa cuando Armengol se remite a la reiteración abusiva del formulismo "funciona", para enumerar diez años después las incontables victorias de su Govern. O falta imaginación o se pretendía homenajear sentidamente al ministro de Aznar, que ya lleva más condenas que años en la política.

"Si nos dejáramos llevar por la autocomplacencia", avisa Armengol como si hubiera ganado Roland Garros pero no deseara apearse de su proverbial humildad. Por desgracia, y pese a no disponer de resultados complacientes, arranca un discurso triunfalista. La fanfarria inicial se centra en los éxitos de sanidad, a menudo intangibles.

La presidenta está más preocupada por el bienestar de los empresarios, al dictaminar que "el impuesto de turismo sostenible no ha dañado la competitividad del sector", que por la realidad de ciudadanos agobiados por el coste de la vida en Balears. Entre ripios como "sacrificio y beneficio", Armengol garantiza un próximo verano más asfixiante que el anterior. El reconocimiento de la insostenibilidad turística se posterga para el debate de 2018, porque en vísperas electorales habrá que ensayar un simulacro de izquierdismo.

A Armengol no le sienta demasiado bien el uniforme de tecnócrata, de ahí que entre el tumulto de datos se le cuele un descreimiento con ribetes de cinismo. Todos los discursos del estado de la comunidad incorporan un despertador inverso, el punto en que hay que echarse a dormitar y que coincide con la mención rutinaria a "las tecnologías de la información". En esta ocasión, sirve para encasillar el estilo presidencial en un tecno chic indie, dadas las tentaciones independentistas de la ponente. Se la veía necesitada de liberarse de la maraña de las listas de espera, para compartir con la ciudadanía su decepción con Pedro Sánchez, el político que se negó a abstenerse en la investidura de Rajoy porque por lo visto quería votar que sí.

¿El "plan de modernización de maquinaria industrial" merece el mismo rango que la imposibilidad de conseguir un alquiler proporcionado a los sueldos en Balears? La terrateniente Armengol se guardó mucho de afirmar que los precios están desatados y han disipado cualquier ilusión de comunidad. De hecho, sus apelaciones constantes a las "clases más vulnerables" despiden el aroma de naftalina de la caridad de ropero, un discurso que le hubiera comprado Ana Botella.

En la versión clásica de los Pactos de Progreso, la izquierda pagaba con la derrota el empobrecimiento relativo de los empresarios durante la legislatura. Ahora se les reprochará el enriquecimiento desatado de una minoría, mientras la mayoría no puede ni salir a la calle. Es inteligente el reemplazo de la saturación por la vivienda, pero las medidas aportadas ayer no sirven de paliativo, ni como triste reforma cosmética. Unos centenares de pisos frente a las urgencias de decenas de miles de residentes. Los mallorquines tienen el hábito de votar a políticos que hacen lo posible para expulsarles de la isla.

Compartir el artículo

stats