"Miraba la televisión y veía a compañeros ayudando y pasando frío, y dije: 'Me voy allí'". El documentalista científico Manuel Elviro no pudo evitar hace dos años dejar Mallorca y partir hacia el Mar Egeo. Forma parte de la ONG de salvamento marítimo ProemAid y ha intervenido en un goteo ininterrumpido de llegadas de embarcaciones de refugiados en las islas griegas. Elviro ha participado esta semana en unas jornadas sobre los refugiados en el Parlament balear. Describe una situación que cada día es más dramática, y recuerda que las personas que llegan a través del Mediterráneo a Europa "han tenido que escoger entre maleta o tumba".

"Piensas que será rápido. Pero son más de cuatro horas. Estás congelado y se te muere gente a dos metros y a un niño habrá que cortarle los dedos", describe una escena que se repite para miles de personas que solo buscan refugio en Europa. Ahora, cuenta, en el campamento de Moria (en Lesbos) -pensado para 900 personas-, viven hasta 6.800. "Están hacinados. Son campos de concentración. No es digno", denuncia la situación. "Cada vez que vuelvo es como llegar a Matrix", relata el voluntario.

"Aún tengo esperanza en Europa"

"No sigo demasiado el día a día de la política, yo estoy en medio del mar, pero lo que puedo decir es que quién no cumple,quién no tiene palabra ni autoridad", denuncia la política de los Estados miembros de Europa con los refugiados. "Aún tengo esperanza en la Unión Europea. Los Estados tienen que avanzar. No puede ser que cuatro países actúen de gendarmes, impidiendo el derecho de asilo y el de paso", critica la actuación en las fronteras de países como Hungría. "Esta inmigración supone sólo un 0'5 por ciento de la población europea", apunta Elviro, insistiendo en la idea de que se puede hacer mucho más.

Con todo, se declara "orgulloso como illenc". Cita la ayuda del Consell de Mallorca en la isla griega de Quíos o la declaración de insumisión del Ayuntamiento de Artà al acuerdo de la UE con Turquía, como ejemplos de que "hay voluntad política con el tema".