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Opinión

Que devuelvan los cuadros

Cuando en una contienda confluyen espurios intereses inmobiliarios sobre bienes de interés cultural ­-tal es el caso que nos ocupa-, no hay buenos ni malos. Con todo, en el presente litigio por la propiedad del monasterio de Sant Jeroni por el momento han ganado los mallorquines sensibles con el patrimonio local. Aunque es posible que gente de fuera del Obispado pretendiera aprovecharse de su ascendencia sobre el anterior obispo Javier Salinas para hacer negocio con el convento ahora cerrado, lo cierto es que ha habido un sacerdote que desde el inicio se ha dejado la piel para evitar que Sant Jeroni cayera en manos de los especuladores.

En este negro y triste capítulo para la historia de Mallorca -y van...-, Sant Jeroni tenía todas las cartas para terminar siendo otro hotel de lujo en el centro de Palma. Un convento que ha albergado la vida monacal de clausura, oasis de paz espiritual y cultural en medio de la ciudad, custodio de mobiliario y ornamentación de incalculable valor histórico, ha estado a punto de desaparecer en un santiamén después de siglos inalterado. Las religiosas jerónimas que abandonaron a su pesar el convento no son las culpables de este atropello; menos inocentes son en cambio algunas de sus compañeras de fuera de Mallorca, convenientemente asesoradas desde la isla y que perseguían el solo objetivo de cerrar y vender. Hasta llegar a esta sentencia, hemos tenido que ver cómo se despojaba Sant Jeroni de docenas de cuadros bajo el vergonzoso amparo del Consell de Mallorca, que desde 2015 confunde progresismo con populismo. Patrimonio ya está tardando en restituir el BIC.

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