Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis

El obispo del tránsito confiado

Sebastià Taltavull tiene ante sí el reto de afrontar una improrrogable reestructuración diocesana y pastoral

El nuevo obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, orando ayer antes de hacer el anuncio de su nombramiento ante curas y fieles. guillem bosch

Se ha respetado el guión. Nadie se lo ha saltado. Inmediatamente después de la toma de posesión de Sergi Gordó y Antoni Vadell como obispos auxiliares de Barcelona, quien ocupaba el mismo rango en esta archidiócesis, Sebastià Taltavull, es nombrado obipo de Mallorca de pleno derecho. Hay que decirlo así porque el prelado menorquín ha ocupado la sede mallorquina durante un año como administrador apostólico.

Se dan las condiciones para acabar con la pastoral de aeropuerto, esa que siempre despega y nunca llega a aterrizar del todo en una diócesis que poco a poco ha ido sucumbiendo a la liturgía de ornamento turístico en detrimento de la pluralidad de la madurez creyente del día a día. A partir de ahí, vienen los matices. Y los retos.

Sebastià Taltavull tiene 69 años de edad. Se le pueden atribuir por tanto 6 años de gobierno antes de presentar la preceptiva renuncia al Papa. Es, en consecuencia, un obispo de transición en condiciones muy distintas a las cuatro décadas de ministerio de Teodor Úbeda y después de 12 años de deriva entre las inseguridades y los miedos de Jesús Murgui Jesús Murgui y los devaneos de Javier Salinas. La interinidad efectiva de los dos últimos prelados valencianos ha sido más nefasta que la oficial de Taltavull en un año. Murgui nunca entendió -probablemente tampoco lo intentó- Mallorca. Salinas no se la tomó en serio.

No resulta descabellado pensar en Antoni Vadell, el mallorquín catapultado como obispo auxiliar de Barcelona, como futuro prelado de su diócesis natal. Vadell tiene 45 años y es la mitra más joven de España. Su edad y los modos personales no le asignan excesivo tiempo de permanencia en el cargo en que estrena báculo. Mientras, Sebastià Taltavull tiene mucho trabajo en Mallorca.

En un año como administrador apostólico Taltavull ha estado en todas partes. Casi ha demostrado que la ubicuidad es posible. Próximo y afable, ha actualizado los conocimientos que tenía de la diócesis de sus tiempos de seminarista y se ha esforzado en infundir esperanzas en un clero desmotivado y, en la medida de lo posible, en unos fieles distantes.

Las necesidades y los tiempos

Taltavull dice que en los últimos meses se ha visto cuatro veces con Francisco y que el Papa le ha encargado infundir ánimo a sus diocesanos. Llegó hace un año con el encargo de diagnosticar y evaluar una iglesia desorientada y escandalizada por los vínculos entre Javier Salinas y Sonia Valenzuela. Pesaban también como una losa sonados casos de pederastía y los enfrentamientos por el convento de las Jerónimas, en Palma. Ahora, con sus propias conclusiones en la mano y el aval de la confianza generada, sabe que le toca liderar el tránsito entre la Iglesia de ayer y la práctica creyente de los católicos del siglo XXI. También el diálogo y la complicidad con la sociedad plural.

Cuenta con pocos medios para ello, seamos realistas. Dispone de un clero con una media de edad que supera los 70 años y mucho más amigo de la formalidad palmesana que la dispersión y multifunción de la Part Forana. Las nuevas hornadas de sacerdotes tienden a ser más amigas de la liturgia, el dogma y el incienso que del compromiso social o la atención a los nuevos tiempos.

Ha llegado la hora de la verdadera remodelación diocesana y pastoral y ésta no puede hacerse solo en términos clericales como pretenden todavía abundantes sectores diocesanos.

No es posible, por dos motivos, por falta de medios y porque la demanda de los tiempos y de la gente va en otra dirección. Este es el verdadero ministerio y el ánimo de encargo papal que debe infundir un Sebastià Taltavull que parece saber dónde está y en qué condiciones. Desligado ya de Barcelona pero en la línea pastoral del cardenal Omella y no tanto de la del metropolitano de Mallorca, el cardenal Cañizares de Valencia, le ha llegado el momento de tomar sus propias decisiones y de ejercer el pleno gobierno. El dice que le gusta interpretar las cosas en sentido positivo. Falta le hará en tiempo de mudanza eclesial .

Compartir el artículo

stats