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Opinión

Olvidados por la ley de transitoriedad

Según demuestran hasta los mapas, Mallorca se enfrenta a la disociación del segundo país más cercano después de Argelia

Olvidados por la ley de transitoriedad

Según demuestran hasta los mapas, Mallorca se enfrenta a la disociación del segundo país más cercano después de Argelia. Bienaventurados Juncker y Rajoy, que pueden hablar de la fractura de España como si ocurriera en el extranjero. En cambio, Cataluña es un asunto interno para los mallorquines.

Por fabulosa que parezca, la hipótesis actual plantea que el "país vecino" sea Cataluña. Dentro de solo dos semanas, de cumplirse el calendario de la Generalitat. En vísperas de este solemne acontecimiento, sorprende que Mallorca no reciba ni una sola mención en los cuarenta abigarrados folios de la Ley de Transitoriedad a la república catalana.

La exclusión del texto legal obliga a los mallorquines a sentirse reflejados en el apartado de España dentro del texto citado, como extranjeros en la misma situación que un señor de Cuenca. Los entusiastas locales del soberanismo deberían explicar este destierro preventivo. La nueva Cataluña no quiere saber nada de Mallorca, la vieja España se cobra en euros su desdén secular.

Según el referéndum, los mallorquines accederían o se verían sometidos, según las perspectivas, a una doble españolidad, ejercida desde Madrid y desde Barcelona. El menosprecio se intensifica porque la interpenetración es más acusada que en otras zonas. El 'brexit' no golpea por igual a Francia que a Eslovenia.

La única ventaja de Mallorca sobre los países de la Meseta reside en la indiferencia saludable, surgida del conocimiento a fondo del vecino. Los catalanes se cobrarán el referéndum en una negociación con miles de millones de euros sobre la mesa. En la isla extranjera, volverá a certificarse la implacable aritmética. Un diputado de Coalición Mallorquina en Madrid saldría más rentable que los nueve obtenidos aquí por los partidos españoles.

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