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La fiesta en paz

El turismo es la requetemonda

Son muchos, y no todos estafadores británicos, los que pretenden exprimir Mallorca más allá de sus posibilidades

Una detenida en la operación contra estafadores de hoteles. M. mielniezuk

El turismo es la monda para todos los mallorquines. Lo dijo Mariano Rajoy. Debemos sonreír y callar haga lo que haga el turista. Eso no lo afirmó el presidente, pero el tono de la admonición pronunciada en los jardines de Marivent llevaba implícito el mensaje. Estas últimas semanas hemos descubierto que el negocio turístico es la requetemonda para algunos británicos. ¿También debemos agachar la cabeza?

Según la Guardia Civil y la Policía Nacional, en investigaciones paralelas que no confluyentes, un grupo de británicos residentes en Mallorca o en Londres tenía un plan para exprimir aún más la isla. Una empresaria, también súbdita de Su Majestad británica, aportaba cazadores de visitantes caraduras para que dijeran que se habían intoxicado por culpa del solomillo a la pimienta de los hoteles mallorquines.

Cuando llegaban a su país, unos abogados con una exigencia ética al nivel de Luis Bárcenas o Luis Roldán presentaban demandas contra los mayoristas de viajes para reclamar indemnizaciones. Los jueces sentenciaban y los operadores descontaban la pasta a los hoteleros isleños. Para más inri, la empresaria detenida formaba parte de una asociación que pretende regenerar el turismo en Magaluf.

El ´negocio´ para Mallorca es el siguiente: llega una familia, consume los recursos de la isla y obliga a invertir en unas infraestructuras que sin el turismo serían innecesarias. Después de gastar sin ton ni son, los Smith no solo no dejan una triste libra sino que se embolsan cientos de euros. ¿Este es el turismo que queremos? ¿Este es el que nos desea el presidente del Gobierno?

(Y aquí un inciso. El próximo analista que alabe el sabio manejo de los tiempos por parte de Mariano Rajoy o aplauda su capacidad para conducir a los adversarios a un callejón sin salida, debe ser condenado a dos meses de silencio. En el caso catalán su inactividad y la estupidez de quienes sueñan con levantar fronteras en lugar de retirarlas nos han situado al borde del precipicio. Recemos para no dar un paso al frente. En los años de la transición los acuerdos entre fuerzas políticas radicalmente distintas se lograban de madrugada después de muchas horas de diálogo, de consumir decenas de paquetes de tabaco y con las imprescindibles tortillas francesas que consumía Adolfo Suárez. Los políticos actuales están demasiado ocupados animando a la selección de fútbol, por una parte, o vendiendo agravios y mesianismo por la otra. Fin del inciso)

El de las estafas alimentarias a los hoteleros no es el mayor de los problemas del turismo mallorquín. Es un síntoma de que son muchos, y no todos británicos o estafadores, los que cada día se estrujan el cerebro para exprimir aún más el limón de la industria del ocio. Ahora es la instalación en las playas de más sombrillas de las autorizadas o convenientes. Dentro de un rato es la sobreocupación en los hoteles o en pisos patera disfrazados de alquiler turístico. Unos minutos más tarde es la explotación laboral de trabajadores. Una hora después es la borrachera organizada, la venta de drogas o fiestas de desenfreno total. Todo en Mallorca pero sin pensar en Mallorca.

¿Seguro que el señor Rajoy no tiene ningún matiz sobre las ventajas del turismo, sobre límites y regulaciones, sobre impuestos, consumos, estafas, excesos, explotación o transferencias de capital? Al presidente le gusta la brocha gorda. Los matices requieren un esfuerzo al que no piensa dedicar un minuto. Ponerse en el lugar del otro y conceder que tal vez tiene una parte de razón o una idea positiva que aportar es una quimera. A Rajoy no le va. Ni en el turismo ni en Cataluña.

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