Contra la mayor amenaza, la unión más fuerte: vecinos, comerciantes, hoteleros y hosteleros de Platja de Palma están trabajando en la creación de una plataforma para luchar juntos contra el turismo de borrachera. El objetivo es quebrar la tendencia. Que preocupa. Tras constatar que las multimillonarias inversiones hoteleras y hosteleras en la zona no están bastando para quitarle a la marca la mancha de años de excesos etílicos, las fuerzas vivas del destino están integrándose en torno a una idea clara: "Vamos a ser más contundentes y agresivos con el mensaje contra el turismo de borrachera y contra los touroperadores y los negocios de la zona que alimentan un modelo que nos perjudica a todos los que queremos la playa y peleamos por ella hace décadas".

La frase es del empresario, vecino y hotelero Pedro Marín, que además es gerente de Palma Beach, una marca colectiva que está intentando desde hace dos años agrupar a todos los inversores que apuestan por la calidad. Él mismo explica que hay un consenso muy amplio en el que incluye al movimiento vecinal y a hosteleros y hoteleros de todos los tamaños, entre los que se incluyen por ejemplo los hermanos Riu, Simón Pedro Barceló y Miguel Fluxá (Iberostar).

Lo confirman en los grupos hoteleros, que en la mayoría de los casos se declaran "hartos" de asistir a la degradación de un destino por el que están luchando y apostando especialmente fuerte en los últimos cinco años, en los que se han invertido 400 millones en reformas y obras para elevar la categoría de la oferta privada. Pese a ello, y como leían hace diez días en Diario de Mallorca, hasta los establecimientos de cuatro y cinco estrellas que más dinero han puesto sobre el terreno se están viendo obligados a desalojar de sus hoteles a grupos de clientes que pagan más de 200 euros la noche, pero solo para después sumarse a las hordas etílicas que pululan por la calle del Jamón y los entornos de Bierkoning y Megapark.

El diagnóstico es casi idéntico al que hacen los colectivos vecinales. Desde el de s´Arenal, Biel Barceló, su presidente, confirma que se han reunido con los líderes de la asociación hotelera, Marín, y la de restauración, Juan Miguel Ferrer, para articular una plataforma que sea capaz de "atacar la raíz de un problema intolerable". "Necesitamos inversiones públicas después de constatar los doce años perdidos por el abandono del Consorcio de Platja de Palma. También hace falta seguridad y sobre todo equilibrio en el turismo, para ir por la vía de la calidad y acabar con los negocios del alcohol", abunda Barceló.

El papel del alcalde

Igual lo ven hoteleros y hosteleros. "Es el momento de dar un paso más con esta plataforma. Llevamos ya dos años trabajando en la transición hacia otro modelo que se aleje de la borrachera, y la gente sigue ilusionada: hay hoteleros importantes con ganas de dar guerra, hay empresarios y vecinos con ilusión, y tenemos un alcalde ahora [en referencia a Antoni Noguera] que, más allá de alguna declaración que puede o no ser afortunada [en referencia a cuando pidió a los touroperadores que dejarán de enviar "turistas basura" a Platja de Palma], parece dispuesto a sumarse a esta línea y ayudar a parar esto de una vez. Estamos en años buenos para el sector y hay que aprovecharlo para dar el giro", explica Pedro Marín, que recalca varias veces la idea de que el objetivo es, más que nunca, común.

Tan común que la idea la respalda también la asociación balear de agencias de viajes, cuyo presidente, Antoni Abrines, se ha expresado con suma contundencia al respecto: "Nos planteamos ejercer juntos la presión que sea precisa para que se cierren todos los locales que promueven las borracheras que ensucian la imagen de destino tranquilo y de calidad". Su alusión indirecta tiene dos nombres claros, expresados sin reparo por hoteleros, vecinos y hosteleros: Bierkoning y Megapark, considerados el origen de un tipo de turismo que encuentra catalizador en las dificultades de la policía para hacer frente a un fenómeno que en mayo y junio fue más duro que nunca.

Preocupación policial

De esas dificultades hablaba en entrevista con Diario de Mallorca el jefe de la policía local de Palma, Josep Palouzié, que advertía de que las plantillas policiales de todos los ayuntamientos se enfrentan al reto de relevar durante los próximos meses a 400 agentes. El mayor desafío llegará en 2018, cuando faltará personal para garantizar el control de la zona y se verán abocados a buscar "soluciones imaginativas", como vigilantes de la playa y similares. Es decir, necesitan más y no lo tienen, cuando el problema sí crece, dicen los empresarios, que aseguran que el fenómeno afecta a cada vez más meses. Empezó siendo exclusivo de la segunda quincena de mayo y la primera de junio, antes de extenderse a los dos meses y completos y, este año, llegar incluso a provocar escándalos en los primeros diez días de julio, momento a partir del cual la temporada alta y sus precios aún más exigentes facilitan la incorporación al destino de un turismo más familiar, que es precisamente uno de los objetivos que se busca para Platja de Palma.

Miedo a septiembre

De ahí el frente común. Y de ahí el nerviosismo creciente en la zona, en la que explican que "aún falta la segunda fase de borrachera". Llega con septiembre, cuando se relaja ligeramente la ocupación y se vuelve a abrir la ventana de precios más favorables a los grupos que viajan solo a correrse la juerga. "Este año en mayo y junio la situación fue peor que nunca, y no lo esperábamos después de que se haya invertido tanto. Y ahora en septiembre vuelve otra vez lo mismo", analiza Pedro Marín, que no quiere para Platja de Palma la destrucción del destino y la degradación de la marca que ya vivieron puntos de la costa italiana como Rimini y algunas de las capitales de la costa del Sol o del litoral catalán, como Salou. "Es que hay que pararlo, porque cada vez a más: nosotros en abril denunciamos ya un episodio de borrachera colectiva en la playa", coincide el líder de los vecinos del arenal.

¿Cómo evitar que siga creciendo el problema? Pues por varias vías, explican. La primera pasa por torcerle el brazo a los grandes touroperadores del mercado alemán. Durante una reunión celebrada en el pasado mes de julio con la cónsul alemana, en la que participaron los hoteleros, los vecinos, las agencias de viaje y los empresarios de varias ramas, se analizaron las formas de presión para alcanzar un objetivo claro: que los touroperadores entiendan de una vez por todas que el cliente de borrachera no interesa ni a la mayor parte del sector ni a los vecinos de Platja de Palma. "Ya le hemos dicho a los touroperadores que eso no nos vale, que si quieren turismo de borrachos que se los lleven a Malta o donde les dejen", subrayan. Aunque la pelea va a ser difícil: los touroperadores principales ya tienen sus propios hoteles en Platja de Palma y, además, parecen unidos para presionar al destino para que baje los precios y puedan seguir explotando la borrachera como producto vacacional.

Abandono público

La otra vía necesita el apoyo público. Y tampoco es nada sencilla. Por una parte, hace falta dinero para mejorar las infraestructuras de una zona que lleva años pendiente de renovación y se desgasta casi tan pronto como se repara. Por otra, es preciso personal de seguridad, pero eso depende del Ayuntamiento y, sobre todo, está condicionado por una dificultad insalvable sin pasar por el Ministerio de Hacienda: la mínima tasa de reposición de plazas públicas que rige desde que, en 2013, el Gobierno Rajoy restringió la entrada de funcionarios para suplir vacantes. Por ahí se desangra la policía local, que es clave para controlar el fenómeno. Y por ahí acaba de hundirse año a año la mayor zona turística de Balears. En esa amenaza creciente y la confluencia de retos encuentra explicación la conjura de vecinos y empresarios, que están tan hartos como siempre, solo que están unidos como nunca.