Platja de Palma vive hoy con vándalos alemanes lo mismo que Magaluf ha sufrido durante décadas con hooligans británicos. Pero el caso de Magaluf demuestra que del vandalismo también se sale. Lo explica el presidente de los hoteleros de Palmanova y Magaluf, Sebastià Darder, cuyo colectivo lleva ya ocho años mejorando la oferta para arrinconar el turismo de borrachera.

Y lo están logrando: el exceso sigue en Punta Ballena, pero en un tramo menguante de fiesta concentrada, mientras a unos cientos de metros la oferta de calidad y fiesta sin destrozos se desarrolla junto a los nuevos hoteles del proyecto Calviá Beach, impulsado por la familia Escarrer (Meliá) y seguido por otras cadenas. ¿Cómo lo han logrado? Responde Darder: "Lo que se hizo fue reinvertir en producto, pero no solo hotelero, sino remodelando todos los servicios. Con eso los ´beach clubs´ ya no tienen turismo de borrachera, sino de experiencias, con productos innovadores como el Wave House (la piscina de olas de Meliá) o zonas de tapeo.

Eso está marcando la diferencia, y se vende más caro". Aunque el giro lleva tiempo: "Un destino no se cambia en dos días, hay que ser paciente y persistir. Hay que tener mano dura, expulsiones de todo el que la lía, tenga o no dinero. Con todo eso y más calidad estamos viendo otro perfil psicológico de turista".