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Boulevard

Hace veinte años, los turistas ya se quejaban del "exceso de gente"

Los extranjeros protestaban en 1999 porque en Mallorca "hay exceso de tráfico", "excesiva comercialización", "falta de tipismo" y "demasiado turismo", ¿también los veraneantes padecen turismofobia?

La actriz Helen Mirren se suma a la defensa de los olivos milenarios de Italia, que la UE desea arrancar dentro de la política de erradicación de la ´Xylella´. La conselleria que se negó a ver el alcance de la plaga puede ir buscando una musa fúnebre para el almendro mallorquín.

Turismofobia es el nombre que adjudican a la saturación quienes se niegan a reconocerla, del mismo modo que islamofobia es la denominación que otorgan al terrorismo islámico quienes no se atreven a nombrarlo. No acaban aquí las comparaciones. La degradación del turismo a una religión debía cursar por fuerza con la quema de sus herejes en la hoguera. ¿Tiene sentido la agriculturofobia o la siderurgicofobia? No, porque no son fes infalibles. Procede organizar a toda prisa una corrida de toros benéfica contra la turismofobia.

Ya sé que la noticia más leída esta semana en Libération anuncia que "De Barcelona a Mallorca, grupúsculos anticapitalistas multiplican los actos de vandalismo". Sin embargo, añade que el problema se debe a "la gestión de los visitantes", y que "el modelo de desarrollo turístico asfixia la autenticidad del tejido urbano". Y cabe recordar que la invasión ilegal de sa Dragonera salvó el islote, las revoluciones se entienden mejor cuarenta años después.

No me ha pasado desapercibida la portada del Times londinense, "Amenaza anarquista a los turistas". Sin embargo, incluye unas declaraciones de Noel Josephides que no merecen pasar desapercibidas. El presidente de Abta, la patronal de los tour operadores británicos, señala que "estas protestas son una llamada de alerta. Ocurren porque el Gobierno y el Govern no han escuchado y no se han tomado la saturación en serio". Es decir habla con naturalidad de una "saturación" que en Mallorca es motivo de destierro. Y no es sospechoso de militar en Arran.

No puede haber turismofobia donde nunca hubo turismofilia. ¿Cuántos mallorquines frecuentan Punta Ballena o el Megapark/Bierkönig, exceptuando a depredadores nocturnos? Mallorca vivió siempre de espaldas al turismo, hasta que se lo encontró en todas partes. Turismofobia es el sinónimo exacto de la saturación. Si desembarcaran cien mil mallorquines en un pueblo de cinco mil habitantes, entendería el desconcierto y la hostilidad de la recepción. Hemos sido más estoicos que nadie.

Para ilustrar a los mesetarios que han descubierto el turismo en 2017, nos remontaremos a dos décadas atrás. En concreto, al estudio El gasto turístico en Balears, elaborado por la Universitat y correspondiente a 1999. Sus autores fueron los profesores Eugeni Aguiló, Antoni Sastre y Esteve Bardolet, ninguno de ellos sospechoso de militar en Arran. En el informe redactado para el Govern hablan sin inmutarse de la "percepción negativa de la saturación veraniega", sin que el Rajoy de entonces llamado Aznar pusiera el grito en el cielo.

En el capítulo de "Aspectos a mejorar" del estudio se introducían las quejas mayoritarias de los turistas. Casi veinte años atrás, los veraneantes protestaban por el "exceso de gente", el "exceso de tráfico", la "excesiva comercialización" o la "falta de tipismo". Y ahora van a reírse, porque lamentaban asimismo que en Mallorca hubiera "demasiado turismo". ¿También los turistas padecen de turismofobia? Y recuerden que el número de visitantes se ha doblado, desde aquel verano, en que los turismófobos británicos y alemanes ya denunciaban "demasiado turismo".

Mi conclusión vendrá hoy de un hotelero templado, uno de esos mallorquines tan educados que no viajarían a Estados Unidos por el riesgo real de tropezarse con Donald Trump. Este empresario turístico no milita en Arran, pero me cuenta que "el arrinconamiento de los mallorquines expone claramente el peligro existente en la isla. Yo ya hace semanas que no salgo de casa, por lo menos hasta que la venda". Amén.

Los fundamentalistas turismóbobos pueden entenderlo acudiendo este mes a la actuación en el Auditórium de Jimmy Carr. El robótico humorista británico empieza su espectáculo pidiendo disculpas por su aspecto, debido a que "mi padre es irlandés y mi madre es Roger Federer". Cuenta chistes de paralímpicos sin pedir perdón, para demostrar que el humor no tiene fronteras. Su estilo reseco traduce la palabra deadpan. Y no se le ocurra increparle si se siente molesto, porque el hijo de tenista suizo por parte de madre pulveriza a sus críticos. Emparentará con dos ilustres predecesores que cautivaron a la platea a rebosar sobre las mismas tablas, Dario Fo y Jango Edwards. Qué tiempos, en que Palma presumía de una cultura gracias a Colau Llaneras.

En la fotografía que hoy nos ilustra, la actriz Helen Mirren se suma en Italia a la defensa de los olivos milenarios con nombre propio, que la Unión Europea desea arrancar dentro de la política de erradicación de la Xylella, bacteria que no es sospechosa de pertenecer a Arran. La conselleria de Medio Ambiente que se negó a ver el alcance de la plaga, y que se felicita hoy de haber dejado al campo mallorquín en erial terminal, puede ir buscando una musa fúnebre para la misa fúnebre por los olivos y almendros mallorquines.

Nos congratulamos de que Marta Gayá (68), nada sospechosa de pertenecer a Arran, recupere el número uno en el aprecio de Juan Carlos de Borbón (79). Esperamos que nos ahorren engorrosos actos públicos en que el Rey padre aparece junto a Sofía de Grecia por exigencias del guión. Al preguntarle a la lista mallorquina por Corinna von Frankenstein, contestó que "ésta ha sido más espabilada que yo". A la vista está que no. Vean Regreso a Montauk, si han tenido la desgracia de enamorarse en alguna ocasión.

Reflexión dominical electrodinámica: "No necesitamos enchufes, nos hundiremos por méritos propios".

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