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La fiesta en paz

Rajoy clama, los hoteleros callan

Las acciones de Arran son reprobables, pero quienes amplifican e incrementan el daño a la imagen de Mallorca son aquellos que las usan por interés político

Rajoy practica la turismofobia desde que es presidente. M. Mielniezuk

Los hechos. El 22 de julio algunos jóvenes de Arran despliegan unas pancartas, encienden una bengala y tiran confeti en el interior de un restaurante. Molestan a los clientes. No debieron hacerlo porque no son responsables de nada. Sin embargo, los mequetrefes incordian menos que una paloma lanzando su deposición sobre la cabeza de un comensal. Nadie se entera del incidente hasta el 1 de agosto, cuando comienza a circular por la red un vídeo grabado por los independentistas. Diez días de silencio, diez días sin ninguna consecuencia, diez días sin que el mundo sufra una convulsión.

Más hechos. El 9 de agosto, otra vez los de Arran, los de Endavat y Joves del GOB fijan pegatinas en cientos de coches de alquiler. Una con el lema Aquest cotxe sobra y la otra Tourism kills Majorca. La primera significó nada para ningún turista (no la entendieron). La segunda, si es que la vieron, es ofensiva para los visitantes que llegan a la isla después de abonar sus billetes de avión, su hotel o su vivienda vacacional -damos por supuesto que legal- y su coche de alquiler. Quizás sea uno de esos vehículos matriculados en un pueblo de la península interior que se traslada a la isla, consume recursos y no paga impuestos aquí, aunque carga sobre nuestros hombros el mantenimiento de las carreteras y el agobio. Pero eso no lo sabe el visitante.

Los que hablan. El 3 de agosto, el presidente de Galicia, Núñez Feijóo, tilda de "fascistas" los actos contra el turismo y aprovecha para emitir una cuña publicitaria proclamando su comunidad como "hogar de acogida para el peregrino desde el siglo XI". Rajoy, que probablemente no se había enterado de nada en el refugio gallego en el que disfruta de sus vacaciones al margen de los atascos -va en coche oficial y con escolta- y de la masificación -el camino de Santiago aún no ha sido invadido por los hooligans- cavila que este debate no puede continuar sin la lección magistral del presidente del Gobierno.

Tras su encuentro con el Rey en Marivent pronuncia un elaborado discurso: "Al turismo hay que cuidarlo, mimarlo y tratarlo bien. Hay que actuar con responsabilidad, sensatez y sentido común. Es uno de los sectores que más tiran de la economía".

No contento con su proclama del lunes, el miércoles desde Lugo considera "inaudito" que haya que defender la actividad turística.

A Rajoy se le dan bien las palabras, pero no tanto los hechos. Primero porque su insistencia en el asunto no hace más que agrandar la serpiente de verano de la que nadie se había enterado durante diez días. Él actúa como altavoz de un grupo minúsculo.

Pero, además, Mariano Rajoy Brey es quien a su llegada a la presidencia del Gobierno decidió subir el IVA turístico pese a que durante la campaña electoral se había comprometido a bajarlo. El mismo político es el que puso fin al plan de inversiones públicas para modernizar un destino turístico maduro como la Platja de Palma. Él es el responsable de que el ministerio de Turismo sea subsidiario y dé sistemáticamente la espalda a Balears.

Las acciones de Rajoy son infinitamente más turismófobas que las de los jóvenes de Arran a los que nadie había hecho ni caso hasta que intervinieron los políticos sensatos. El presidente del Fomento de Turismo, Eduardo Gamero, que fue un gran viajero por cuenta del dinero público que en Ifebal manejaba José María Rodríguez, compara las acciones con "los actos que comenzaron las grandes tragedias del siglo XX". Tontería digna de quien es más inteligente cuando mantiene la boca cerrada.

Los que callan. Ni a los hoteleros ni a la inmensa mayoría de los mallorquines nos gustan las acciones de Arran. Como tampoco nos place que desde todas las emisoras de radio y periódicos de Madrid nos ordenen que obviemos el problema de la saturación turística que ellos no padecen en carne propia.

Los hoteleros callan porque saben que lo peor para el negocio y para la imagen de Mallorca es la polémica. La polvareda levantada por Rajoy, presidentes autonómicos y portavoces del PP es mucho peor para la isla que las estúpidas protestas de Arran con confeti y pegatinas.

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