Los hoteleros están endureciendo sus protocolos para filtrar el turismo de borrachera que estropea la convivencia en sus establecimientos. Lo hicieron hace ya años en Calviá y Magaluf, y de ellos han aprendido los empresarios de Platja de Palma, que aseguran que, vista la falta de persecución pública del exceso en las calles, su batalla está en impedir que se les cuelen viajeros no deseados. "Nos hemos visto obligados a poner filtros como no aceptar estancias de menos de tres noches, para evitar que se nos metan en el hotel esos grupos que vienen a beber cerveza regalada en MegaPark o Bierkoning. Ese tipo de cliente viaja pocos días, gasta solo en su reserva de alojamiento y el resto del tiempo comen salchichas a un euro y beben alcohol a precios ridículos", explica Pedro Marín, hotelero del Playa Golf y gerente de la marca colectiva Palma Beach.

La estrategia, dice, pasa por solo permitir contratar una estancia mínima de cuatro o cinco días. Así disuaden a muchos. Aunque no a todos. Por eso a la reserva mínima de cuatro días, le unen estrategias de precio como elevar las tarifas hasta un 30 y un 40% para los que viajan en el fin de semana, el momento normalmente elegido por el turismo de borrachera para escaparse a Mallorca. En los hoteles saben que de ese modo pierden clientes normales, pero prefieren eso a exponerse a que se les cuele un grupo que les obligue a asumir otros gastos y medidas más drásticas. El mismo Pedro Marín ofrece un ejemplo de su hotel: "Hemos tenido unos clientes esta semana que venían con niños y tuvieron la mala suerte de que les cayeron unos hooligans en la habitación de al lado. Tuvimos que buscarle a la familia otro hotel y no cobrarles nada, pero es la alternativa que tienes cuando te vienen orangutanes de estos, que lo que consiguen es que la gente normal que se ve conviviendo con ellos no quiera volver nunca a Platja de Palma".

Vigilancia y listas negras

Por eso están combinando la prevención con una actuación de contundencia creciente contra estos grupos. Para empezar, muchos han puesto vigilancia privada, con instrucciones de expulsar sin contemplaciones a quien se dé al incivismo y altere la convivencia. Aunque no basta: siguen llegando. Y lo hacen de forma tan frecuente que los hoteles están cruzando datos para plantar cara. Lo leían esta semana en Diario de Mallorca, que en su edición del miércoles mostraba las listas negras que los hoteles están creando para evitar que los clientes expulsados por su incivismo acaben alojados en un establecimiento cercano.

Y liándola también, claro, como las nueve vándalos desalojados esta semana en Platja de Palma por causar "destrozos en las habitaciones y arrojar una cama por el balcón", según recoge el acta de expulsión. O como los dos grupos de alemanes desterrados de los hoteles después de, en un caso, tirar"un sillón de piel desde una sexta planta", y en otro, montar un escándalo que incluyó una presunta agresión a una chica en la playa. El objetivo es que ni unos ni otros vuelvan, aunque los hoteleros temen que quienes no regresen jamás son los clientes cívicos que sufren en sus vacaciones y en directo el vandalismo de sus compatriotas.