Bartolomé Cursach realizó ayer su primera comparecencia desde que está preso. Habló desde la cárcel de Alicante y se le vio a través de una pantalla de televisión, ya que estaba citado a declarar como testigo en el juicio contra un supuesto sicario, que habría sido contratado para amedrentar a un testigo clave del caso. Cursach evidenciaba el cambio físico que ha sufrido desde que se encuentra privado de libertad, con el pelo más corto que cuando fue enviado a la cárcel. El empresario pretendía guardar silencio y no contestar a ninguna pregunta, pero su estrategia fue anulada por la jueza Francisca Ramis, que le recordó que su presencia era como testigo, no como imputado, y por tanto estaba obligado a declarar. La magistrada le permitió que pudiera consultar esta situación con sus abogados. A los pocos minutos regresó a la sala desde donde se retransmitía la declaración y señaló que no pudo contactar con su defensa, pues "me sale el contestador". A pesar de ello, la magistrada le aclaró a Cursach que la fiscalía había renunciado a plantearle preguntas y que solo lo haría el abogado defensor. La jueza no iba a aceptar ninguna pregunta que pudiera perjudicarle por su condición de investigado. "Haré un poco de su abogado, pero solo un poco. No estará en indefensión en ningún momento", le señaló.

"Es mentira"

Ante estas circunstancias el empresario aceptó declarar y lo hizo para dejar claro que ni él, ni por mandato suyo habían dado la orden de buscar a personas que se dedicaran a perseguir o coaccionar a testigos que han declarado en la investigación que dirige el juez Penalva. "Nadie ha ofrecido dinero para que los testigos cambien de opinión. Eso puedo asegurarle que es mentira", declaró el encarcelado empresario.

En una de las preguntas se le planteó si conocía al ciudadano rumano que estaba sentado en el banquillo acusado de un delito de obstrucción a la justicia, por el que la fiscalía le reclama tres años de prisión. Cursach dijo que "no conocía" al acusado, si bien después reconoció que había coincidido con él en prisión en la zona de comunicaciones. "Sbert me dijo que era la persona que estaba en prisión por amenazas", reconoció el empresario, para a continuación indicar que "no sé cómo es físicamente, ni he hablado nunca con él. No lo conozco ni fuera, ni dentro de la cárcel. No lo he mandado a ningún sitio porque no lo conozco", mantuvo.

La intervención de Cursach apenas duró unos minutos y fue el último testimonio que se escuchó en este juicio. Antes que él declaró Bartolomé Sbert, director general del Grupo Cursach, quien también lleva en prisión el mismo tiempo que su jefe. El ejecutivo se tapó el rostro con una chaqueta cuando descendió del vehículo policial que le trasladó desde la cárcel. Una vez frente a la jueza, Sbert también negó que hubiera contratado desde prisión a alguna persona para coaccionar a los testigos. "Llevo cinco meses en prisión. Sería una locura hacer movimientos de cualquier tipo", aclaró en el juicio. La fiscalía tampoco le planteó ninguna pregunta al recluso preventivo. Solo se las hizo el abogado defensor. Así, cuando se le preguntó si había contratado al acusado para amedrentar a los testigos, aseguró que "en absoluto, es imposible. No me he puesto en contacto con nadie". Mantuvo que no conocía de nada al ciudadano rumano que se sentaba en el banquillo de los acusados.

Falso testimonio

La fiscalía pidió, en sus conclusiones definitivas, que la jueza actúe por un delito de falso testimonio contra Cursach y Sbert, ya que entiende que habían faltado a la verdad al declarar durante este juicio. "Uno dice que no le conoce y el otro declara que Sbert le señaló en prisión de quién se trataba", refiriéndose al acusado de amenazar a testigos, señaló el fiscal Juan Carrau. "Uno u otro cuentan mentiras", afirmó.

Tanto Cursach como Sbert están en prisión acusados de graves delitos. El juez Penalva no tiene ninguna intención, al menos de momento, de modificar esta situación. De hecho, ha rechazado todas las propuestas planteadas pidiendo la libertad de los dos investigados. La Audiencia, además, ha confirmado esta prisión preventiva.

Los investigadores han denunciado las amenazas que están sufriendo los testigos que están colaborando con el caso de corrupción, aportando datos claves sobre los manejos empresariales que se realizaban desde el Grupo Cursach. Dos de los testigos, incluso, han sufrido agresiones físicas.