Odisea de dos catalanes para encontrar piso en la Mallorca entregada al alquiler turístico. Sergi Aleixandre abandonó su Girona natal en diciembre para venir a trabajar a la isla. "Encontré una buena oportunidad laboral en una empresa de mantenimiento. Y también buscaba un cambio de aires, así que me lo planteé con mucha ilusión", explica Aleixandre, por aquel entonces completamente ajeno a la realidad inmobiliaria de su destino.

"Éramos unos cuantos compañeros que íbamos a venir a trabajar a la misma empresa. Empezamos a mirar por internet y un día encontré una casa por 400 euros en la zona de Andratx. Pensé, ya lo tenemos. Llamé y sí, eran 400 euros. Cada día", cuenta este gironí.

"Seguí buscando. En algunos sitios te exigían un contrato indefinido con una antiguedad de cinco o seis años. Imposible porque no habíamos empezado a trabajar. En otras casas te reclamaban seis meses de fianza para alquileres de setecientos u ochocientos euros mensuales. Hacías números y te costaba cuatro mil euros solo entrar en el piso. Inasumible", rememora Aleixandre.

Empezó a desesperarse. Sin piso en Mallorca, una isla en la que encontrar alquileres por debajo de 600 euros es casi una utopía, tampoco iba a haber trabajo. Se le unió en la búsqueda Fernando López, un antiguo amigo de Barcelona que llevaba en la isla desde noviembre. Al principio en una vivienda a nombre de la empresa en la que trabajaba. Pero terminó el contrato y se vio en la calle.

Una propietaria intratable

"Encontramos una habitación en Marratxí para los dos. Medía tres metros por dos y medio y pagábamos cuatrocientos euros cada mes. Al principio incluía los gastos de agua y electricidad. Pero cuando pasaron tres meses la propietaria empezó a cobrarnos la parte proporcional de la luz. Luego se rompió un alargue de la cocina y también nos quiso cobrar la parte proporcional de la reparación", relata Aleixandre.

"Al final lo arreglamos nosotros. Y otras cosas que se rompían. Pero seguíamos pagando lo que nos pedía por no discutir", recuerda el gironí.

Estaban desconcertados. "En ese momento te das cuenta de cómo funciona la mentalidad de la gente de aquí. Me he encontrado con muchas personas a las que sus caseros les han subido el alquiler el triple de lo que pagaban cuando llegó la temporada de verano. Es brutal lo que está pasando en Mallorca", lamenta López. "Están echando a la gente de aquí", subraya.

Fue un punto de inflexión. Hartos, decidieron salir de aquel cubículo. Se pusieron en contacto con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en Mallorca (PAH), y aquella llamada fue providencial.

"Nos fuimos a vivir a Palma con una persona de la misma asociación que buscaba inquilinos. Dos habitaciones por las que pagamos doscientos euros cada uno. Lo mismo que antes, pero al menos ya no tenemos que compartir el mismo cuarto", cuenta Aleixandre.

"Ahora estamos bien", interviene López. "Ayudamos económicamente a la persona con la que vivimos, y ella también nos ha ayudado mucho abriéndonos las puertas de su casa. Nos hemos ayudado mutuamente", añade.

Han tenido mucho tiempo para reflexionar. Y no aciertan a dar una explicación. "No entendemos que comprar sea más barato que alquilar. Hay una burbuja. Los extranjeros vienen con dinero. Tienen un poder adquisitivo mucho más alto que el nuestro, desde luego. Yo al llegar y ver el panorama preguntaba: ¿Pero quién puede pagar estos alquileres? La respuesta era siempre la misma: Turistas", relata Aleixandre.

"Más caro que Barcelona"

Los dos amigos vienen de dos ciudades con el metro cuadrado por las nubes, Girona y Barcelona, pero afirman que el alquiler residencial no se ha transformado todavía en una burbuja, al tiempo que alaban la política de mano dura contra el arrendamiento vacacional de Ada Colau, alcaldesa de la capital catalana. "La mentalidad de aquí es hacer dinero rápido. Al propietario le da igual cómo les dejes el piso después. En Barcelona el problema no es tan grave; es una ciudad cara, pero Palma lo es más en proporción", sentencia López.

Aleixandre muestra su acuerdo: "En esta isla hay mucha especulación con la vivienda. Y resulta que en Palma tienes un montón de pisos vacíos. Al final esta burbuja también estallará, como la de la compra".

Ambos tienen claro cuál sería el plan B en caso de tener que abandonar la vivienda que ahora parece un refugio seguro. "La única alternativa es ´okupar´. Cuando buscaba piso me quedé asustado. Tenemos compañeros de trabajo que viven en habitaciones compartidas, y de aquella manera. Y otros tiraron la toalla y volvieron. Es que hacías números y no te salían. ¿Trabajar solo para pagar el alquiler? Eso no, descartado", subraya convencido Aleixandre.