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Caso Ora

El PP no consigue librarse de Gijón

Las detenciones registradas ayer confirman que el diputado se aferra a su escaño para disponer del aforamiento que lo mantiene en libertad

Álvaro Gijón, en primer plano, junto a su hermano Teo. Manu Mielniezuk

Al PP balear le cuesta desprenderse de sus diputados imputados. Siempre necesita un empujón de Génova, que soporta mal el contagio de los escándalos locales a los medios estatales. Así sucedió con Gabriel Cañellas, cuando el túnel de Sóller salió de labios de Felipe González. Con su empecinamiento por encima de imputaciones o incluso de testimonios de su participación en orgías subvencionadas, el diputado autonómico y concejal Álvaro Gijón ha adquirido una resonancia superior a su papel político. Dañaba la marca popular.

El PP balear no consigue librarse de Gijón, que ya ha dimitido dos veces en lo que va de legislatura y aun así conserva las actas de diputado y de concejal. El equipo rector de los populares ha pecado de pasividad mientras se propagaba el incendio. Han cedido posiciones frente al mandato de Génova de librarse de la "piedra en el camino", por repetir la expresión utilizada por Aznar respecto de Cañellas. Al número dos de Rodríguez no le ha funcionado la estrategia de presentarse como la "oveja blanca" de los conservadores. En Madrid aspiran a adornarlo con la etiqueta de "ex", que amortigua el impacto de los escándalos.

Si Gijón insistía en que no renunciaba al escaño porque era una forma de admitir su culpa, ¿hay que entender que su dimisión a medias supone un reconocimiento de una porción de las acusaciones, frente a su pretensión previa de una trayectoria inmaculada? El diputado acumula errores de estrategia, como difundir por las redes sociales un fragmento del Resistiré del Dúo Dinámico, tal que si hubiera contratado a un coreógrafo por asesor. Ayer publicó una foto de su familia detenida al completo, mientras el causante de las tribulaciones del clan se escabulle merced a sus privilegios. Estas torpezas pasarán a la historia de la pésima gestión de crisis y el descontrol de daños.

Gijón quiere vender cara su libertad, las dudas sobre su honradez han pasado a un segundo plano. Las detenciones registradas ayer confirman que el diputado se aferra a su escaño para proteger el aforamiento bien remunerado que lo mantiene en la calle. Se verifica así la esencia del debate que ha mantenido con su partido desde que se desvelaron las orgías del caso, y que no guardaban relación con su inocencia sino con su destino. Si hubiera entregado su acta la primera ocasión en que se le solicitó, ahora estaría detenido. Encadenado a su escaño para no ser esposado, tendrá que dar muchas explicaciones a sus íntimos.

Gracias a la investigación de la mafia de la Policía Local de Palma, el diputado Gijón atesora una popularidad nacional indeseada. No solo por el afectado, también por Mallorca en su conjunto. Sin embargo, la presencia pública alcanzada obliga a recordar que ni el diputado autonómico, ni José María Rodríguez ni el empresario Roig beneficiado con la ORA que da nombre al escándalo, pueden competir con el auténtico protagonista. El vuelco se produce el día de la detención de Tolo Cursach. Los dirigentes del PP palmesano depuestos confiaban en que la invulnerabilidad del amo de la noche fuera contagiosa.

A partir de hoy mismo, el PP balear presumirá de que no conoce a Gijón. En Madrid ya le informaron en vivo y en directo de que era persona non grata en las listas al Congreso. Muy grave ha de ser la situación para que el enmudecido Biel Company abandone su silencio meditabundo y se dirija a la población que pretende gobernar.

Peor todavía, las perspectivas deben ser aterradoras para que el dicharachero Company del "ya nos encargaremos nosotros" de Francina Armengol no se aparte ni un milímetro del guion que le han impuesto. Al hombre que se dirigía con desparpajo a "Mariano", le temblaba ayer la voz de modo perceptible.

El ánimo pendenciero de Company le invitaba seguramente a enarbolar la presunción de inocencia, y a acometer una encendida defensa de Gijón. Por el contrario, insistió en que se habían esforzado para desvincularse del alto cargo por duplicado, y quepugnaban para que se desprendiera de los cargos de representación. Sin demasiado éxito.

La realidad supera en pragmatismo a los análisis a que se somete. El escaño habitual de Gijón se mantuvo desierto en la sesión parlamentaria de ayer, y la burocracia protocolaria obliga a asignarle una nueva ubicación de inmediato. Unirá su destino y las percepciones compartidas a las disidentes de Podemos.

La conjunción de los diputados Xelo Huertas, Montse Seijas y Álvaro Gijón recuerda menos a un Grupo Mixto que al reparto de una sitcom descacharrante. Los intercambios entre los marginados serán más suculentos que cualquier debate que tenga lugar sobre la tribuna del Parlament. En el caso del exmiembro del PP, asume la cámara como el refugio sagrado adonde no alcanza la mano de la justicia secular.

Un Company compungido y contrito pretendía ayer que la baja en el partido se debe a que el exafiliado "no quiere perjudicar la imagen del PP". Un poco tarde, como puede comprobar el exconseller de Bauzá si rastrea en la multadísima Google el contubernio "Gijón+orgía". Supera los cien mil resultados, y el problema de las hipotéticas bacanales reside por supuesto en quién pagaba y bajo qué contraprestaciones.

Gijón ha sido siempre un personaje secundario, deslumbrado por las licencias que se permitían sus superiores. Génova poseía información privilegiada sobre sus andanzas, del mismo modo que Madrid interceptó súbitamente la candidatura de Mateo Isern a la segundas elecciones generales. El comisario Villarejo impartió el domingo una clase sobre el funcionamiento de los bastidores policiales ante Jordi Évole.

No conviene sobreactuar el destierro de Gijón, como ha hecho el diputado con su inocencia. La condición de apestado es dolorosa pero no irreversible. Las rupturas nunca son definitivas en el PP, basta que el exmilitante repase el renacido romance entre Génova y Luis Bárcenas.

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