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La fiesta en paz

Pedro Meaurio, un gran tipo

Fallecido esta semana, el primer director de Son Sant Joan se definía como "un buen gestor del caos", pero dedicó 20 años a planificar el futuro del transporte aéreo

Meaurio dirigió el aeropuerto entre 1979 y 1999. Miquel Massutí

Luis del Olmo, divo de la COPE, decidió estrenar el verano dando la bienvenida a los turistas que llegaban a España. La jefa de sección interpretó mal sus deseos y a los redactores de provincias nos encargó que entrevistásemos a quienes trabajaban para que los extranjeros tuvieran una plácida entrada en el país. Y ahí estábamos, Nicolau Tous, histórico técnico de Radio Popular, y el que suscribe en el despacho de Pedro Meaurio, armados de micrófonos, auriculares y unidad móvil, a la espera de nuestra brillante intervención con la que pensábamos deslumbrar a España entera.

Comprendimos que la cosa se torcía cuando Del Olmo comenzó a despotricar en antena, prometió una patada en el culo [sic] a la organizadora y ordenó desmontar el tinglado. El ocupadísimo director del aeropuerto no nos abroncó por hacerle perder el tiempo, ni siquiera ironizó sobre las estrellas de la radio. Se limitó a consolarnos y a ponerse a nuestra disposición.

Un gran tipo este Pedro Meaurio Juanmartiñena. Y mucho más. Un gran profesional. Un ingeniero vasco que se convirtió en el primer director civil de Son Sant Joan, un "buen gestor del caos", que acabó arraigando y muriendo esta semana en la isla. Lo de "buen gestor del caos" es una autodefinición hecha en 2010, cuando ya estaba jubilado. Llegó en 1979 cuando el aeropuerto atendía a ocho millones de pasajeros al año. Las instalaciones eran precarias y la escasez de personal hacía de Palma el aeropuerto con mayor ratio de viajeros por trabajador.

Los problemas que atendía, con una capacidad de trabajo e intelectual admirables, oscilaban entre las huelgas de los controladores aéreos franceses, que convertían Son Sant Joan en una ratonera para miles de turistas, y las de los trabajadores del handling. El director por antonomasia del aeropuerto conocía de memoria todos los consumos y explicaba sin pestañear cuántos rollos de papel higiénico se consumían cada día.

Una de sus grandes tareas fue conseguir fondos para reformar el tercer aeropuerto español. "Pasé meses en Bruselas llorando y no me fue mal. A través de Antonio Tarabini, encontré a un italiano que se dedicaba a ayudar a la gente". Suena enigmático, pero Tarabini explica que gracias a los contactos con los lobbies bruselenses llegaron hasta los altos funcionarios que solucionan problemas. La Unión Europea financió el 80% de una reforma que costaba más de 120 millones de euros.

Y con el dinero europeo comenzó otro caos, que Pedro Meaurio también tuvo que gestionar. Atender a millones de viajeros en un aeropuerto en obras es una tarea digna de los siete trabajos de Hércules. Hubo que improvisar carpas para facturar, responder a miles de consultas, hacer frente a las críticas que llegaban desde toda Europa... Y al final, en 1996, Son Sant Joan tuvo un nuevo edificio terminal, que no era exactamente como lo soñó Pedro Meaurio, pero sí solucionaba la atención a unos volúmenes de pasajeros en constante crecimiento.

Socarrón y certero analista, fue muy injusto consigo mismo. Es cierto, gestionó el caos de cada día, pero también fue un gran planificador con visión de futuro para explicar hacia donde se encaminaba el transporte aéreo. Como mero observador criticaba los excesivos controles de seguridad: "He visto quitar las pinzas de depilarse a señoras, pero todavía no he asistido a la detención de nadie".

Predijo que se reduciría el porcentaje de turistas que llegarían sin paquete y necesitarían un transporte distinto al del autocar que le lleva directamente al hotel. Comprendió que las bicicletas o las piraguas formarían parte del equipaje de los usuarios. Advirtió que Son Sant Joan dejaba de ser a pasos agigantados un aeropuerto pequeño con mucho tráfico en verano y que evolucionaba hacia otro con muchísima actividad todo el año, que se reduce algo en invierno (más concretamente en enero y febrero). El turismo le debe mucho a Pedro Meaurio. Sobre todo porque pudo ser muchas cosas -tuvo ofertas para entrar en política- y se limitó a trabajar de modo incansable para que el pasajero se encontrará lo más cómodo posible, incluso en las más adversas circunstancias.

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