Mallorca se llena a precio récord. Casi revienta a precio récord: según los datos cruzados de las principales compañías hoteleras y de metabuscadores de alquiler turístico como el mallorquín HundredRooms.com, la habitación de hotel de lujo cotiza hasta a 2.000 euros la noche y la de casa de alquiler turístico roza los mil. Algo parecido puede decirse incluso de los pisos en edificios plurifamiliares, que se alquilan ilegalmente por entre 1.500 y 5.000 euros a la semana, aunque en localidades como Palma o Alcúdia lo más habitual es que las viviendas para cuatro personas oscilen entre 2.000 y 4.000 euros. Pese a esas tarifas, las reservas se han disparado en el alquiler turístico y siguen en máximos en los establecimientos hoteleros. Así que la guerra entre unos y otros, alquiler y hoteles, es más por el reparto futuro del pastel turístico que por el presente de un banquete veraniego que sacia a la vez a hoteles y apartamentos.

Todos están llenos. Todos viven abonados al precio máximo. Todos venden muy por encima de las tarifas del año pasado, cuando ya se alcanzaron unos precios en la estratosfera de la media histórica, que pese a todo este verano se quedarán cortos. Tienen los datos junto a estas líneas, aunque se sintetizan en una idea y una cifra: es difícil encontrar alojamiento en las zonas turísticas por menos de 300 euros la noche.

Al menos es difícil si lo que se busca es alojamiento legal. En los hoteles resulta sencillamente imposible: las habitaciones que bajan de 300 euros ya no están disponibles entre junio y el final de septiembre. Y en los alquileres turísticos reglados (con autorización del Govern) pasa más de lo mismo: la inmensa mayoría son casas aisladas, por las que se están pidiendo precios siempre superiores a los 800 euros la noche (han leído bien, 800). Al turismo barato de presupuesto modesto solo le queda así una opción: el alquiler ilegal, esos pisos en edificios plurifamiliares de las principales zonas turísticas, en los que cobran entre 40 euros por noche de habitación en apartamento compartido y mal ubicado y los más de 800 euros de inmuebles con capacidad para seis personas en zonas más cercanas al mar o el centro de Palma. Entre un rango y otro, se encuentran opciones para dos personas por entre 150 y 450 la noche (pocas ya). Un ejemplo: a menos de 30 metros de la oficina de turismo de la calle Almudaina, junto a la plaza de Santa Eulalia (Palma), AirBNB ofrece a 299 euros por noche de julio un estudio con un sola cama. Si se amplia la búsqueda a pisos de seis plazas, el precio se eleva casi siempre por encima de los 500 euros por noche. Tanto es así que, según AirBNB, el precio medio de este tipo de apartamento (ilegal para el turismo) es de 822 euros por noche en Palma. Y eso son más de 4.000 euros por pasar la semana en un piso sin autorización turística. Todo un negocio.

Ilegal, sí, pero muy lucrativo

A esos precios extraña menos el avance imparable del alquiler ilegal. Lo leían hace unos días en Diario de Mallorca: en una isla en la que solo las multinacionales del alquiler vacacional AirBNB y Homeaway ofrecen más de 30.000 pisos y 200.000 camas, la Conselleria de Turismo solamente ha autorizado 77.000 plazas. Con lo que dos terceras parte de la oferta es ilegal, una proporción que se quedará corta, toda vez que falta por sumar al cálculo del negocio irregular todos los pisos en edificios plurifamiliares que se alquilan a través de casi un centenar de webs turísticas y agencias especializadas de los que no hay datos.

En esa burbuja creciente de negocio irregular empieza a explicarse gran parte de la saturación que sufrió la isla el año pasado y que ya empezó a intuirse en un mayo que en algunas zonas rozó las cifras de presión turística de un mes de agosto. Los datos muestran que los primeros que se aseguraron el lleno fueron los hoteles, que de hecho, a estas alturas del año, tienen aseguradas ocupaciones superiores al 90% hasta finales de octubre. Lo lograron además exigiendo los precios más altos de todo el turismo Mediterráneo. A la par se iban llenando las casas vacacionales legales, que según explicaron en su patronal, en muchos casos tienen las reservas para esta temporada garantizadas desde el verano pasado. Y finalmente empieza a ocuparse la oferta no reglada, que ya tiene más del 70% de sus plazas reservadas, según datos recopilados de AirBNB por el proyecto Dins AirBNB, con el que activistas ecologistas de la isla están desnudando los número reales de actividad y reservas del mayor portal de alojamiento turístico.

Los datos de HundredRooms

Más transversales son las cifras de HundredRooms.com. La web mallorquina que se está convirtiendo en referencia a la hora de encontrar pisos de alquiler turístico, gracias a un motor de búsqueda que permite cruzar ofertas de distintas webs de alojamiento, revela que la fiebre por Mallorca sigue subiendo. Y en toda la isla. Según sus datos, las búsquedas de alojamiento en s'Arenal y Platja de Palma se han incrementado un 35,5% en un solo año, un crecimiento del interés por el destino que solo supera Andratx, donde el número de clientes que intenta alojarse ha aumentado un 38%. Pollença no se queda lejos de eso, con un 30% de crecimiento. Menos repuntan las dos zonas que más alquiler turísticos concentraban ya, en las que es difícil imaginar más presión. Y aún así la habrá: la búsqueda de alquiler en Alcúdia crece otro 24%, mientras en Palma se eleva otro 19%, que explica la proliferación de turistas en barriadas cada vez más alejadas del centro.

La expansión de la mancha turística sigue así un patrón ya visto en otros puntos del globo: primero se llena la oferta legal de hoteles, casas y apartamentos de las zonas más atractivas, después se ocupan poco a poco zonas más alejadas de la costa y pisos de menor calidad, en muchos casos ilegales. El resultado es que hasta los precios de la oferta más cutre suben. Basta un vistazo por AirBNB para comprobar que en Palma piden 65 euros por pisos en los que pocas personas estarían dispuestas a pasar más de una noche. La tendencia al alza refleja precios medios como los que facilitan en HundredRooms a Diario de Mallorca, en los que se observa a la perfección el alto nivel adquisitivo que exige veranear en Mallorca. Incluso en Magaluf, donde parece que el giro a lujo y la calidad está contagiándose hasta a las tarifas del alquiler: allí el precio medio en el mes de agosto de una casa para 8 personas es allí de 852 euros por noche. Y si lo que se busca es un alojamiento de cuatro personas, la cuenta es de 456 euros la noche.

Los precios, por zonas

Ningún otro destino de la isla llega a esa tarifa, aunque Palma y Andratx se acercan. En la capital se pide ya en junio un precio superior a los 300 por noche para un inmueble con cuatro plazas, cifra que se va a los 381 euros (ojo, de media, los hay muchísimo más caros) en el inicio del mes de julio y alcanza su máximo entre el 22 de julio y el 10 de agosto, cuando la reserva diaria para cuatro sale no baja de los 420 de media. Y en esos números se mueven Andratx y su Port: según HundredRooms.com, la zona llega a cotizar a 440 euros por noche de alojamiento de alquiler para cuatro personas, media que se alcanza a final es de julio, mientras el resto de la temporada los precios en ningún momento bajan de 314 euros la noche.

Si se cruzan esas tarifas con el hecho de que el número de turistas de alquiler se ha multiplicado por dos y en algunas zonas por tres en apenas cinco años, cuadran a la perfección los datos de facturación de AirBNB entre enero de 2016 y marzo de 2017, un total de 183,6 millones de euros en los 14.960 alquileres que oferta en Mallorca. Y eso sin ser el portal de internet con más actividad turística: les supera Homeaway, con gran implantación en las isla (controla sobre todo la oferta legal de casas), donde tiene un total de 18.429 viviendas para turistas. Entre las dos suman más de 30.000 pisos y casas de alquiler vacacional legal e ilegal. Si se suman las decenas de negocios medianos y pequeños que desde la web o desde agencias tradicionales explotan el filón del alquiler vacacional en Mallorca, es fácil entender las razones por las que la isla sufre más presión humana que nunca y, pese a ello, sus gobernantes encuentran una dura resistencia a la persecución del alquiler turístico ilegal: hay en juego demasiado dinero.