Mujeres que necesitan desesperadamente un empleo para poder recuperar la custodia de sus hijos o para mantener a una familia en la que todos sus miembros están en el paro. Inmigrantes llegados de África o Asia que desean mejorar su español. Personas con la aspiración de contar con un puesto de trabajo en la industria de la confección. Todos ellos forman parte del alumnado de los talleres que Càritas Mallorca organiza en un intento por facilitar la empleabilidad de los más necesitados y por mejorar la confianza de éstos en sus propias capacidades. Esta organización dependiente de la Iglesia católica, cuyo volumen de trabajo se ha duplicado a lo largo de la crisis, lleva más de medio siglo actuando como reducto de la solidaridad. El próximo día 29 recibirá el premio Diario de Mallorca como reconocimiento por esa labor.

Hace algo más de medio siglo (la creación de Càritas Mallorca data de 1961) nació básicamente como ropero para repartir prendas de vestir entre los más necesitados, según recuerda su directora, Margalida Riutort. En estos momentos entrega más de un millón de euros al año en ayudas económicas para el pago de alquileres, alimentos o gastos médicos, por citar algunos ejemplos, al tiempo que organiza múltiples talleres para mejorar la empleabilidad, con cursos vinculados a la limpieza de domicilios, electricidad, comercio, cocina, confección, atención a personas mayores, o alfabetización, entre otros. Son solo algunos ejemplos del trabajo desarrollado.

Un millar de voluntarios

Hay algunos datos que reflejan perfectamente la evolución que se ha registrado en Càritas. Una organización que nació solo con voluntariado comenzó a contratar a sus primeros trabajadores sociales a finales de los años 70 (una de ellas fue Maria Salleras, que llegó a dirigir esta organización en la isla). Ahora cuenta con unas 75 personas en plantilla y un millar de voluntarios.

Margalida Riutort no oculta que la crisis que se inició en 2008 ha marcado una de las etapas más duras. Si en los ejercicios previos al derrumbe económico atendía a unas 5.000 o 6.000 personal al año, en torno a 2012 esta cifra ya se había duplicado, con el agravante de que a medida que avanzaba el tiempo muchos de los problemas que estos usuarios sufrían se iban agravando hasta cronificarse. Pero precisamente coincidiendo con el deterioro de la situación económica se registro otro fenómeno destacado por Margalida Riutort: la solidaridad también se disparó hasta niveles impensados previamente, no solo con el aumento del voluntariado, sino de unas donaciones económicas que provenían tanto de familias humildes como de otras con grandes recursos económicos ("hay personas a las que nunca hubiéramos esperado ver por aquí", reconoce la directora de Càritas), y de empresas. La entrada de ayuda ha sido tanta que incluso ha habido momentos en los que ha resultado difícil de gestionar.

La crisis ha generado también un cambio en el perfil del demandante de auxilio. Si a principios de siglo más de un 80% llegaron a ser extranjeros (coincidiendo con la llegada masiva de inmigrantes), en estos momentos la mitad ("o un poco más") son españoles, mallorquines incluidos, lo que refleja que los problemas derivados de la destrucción de empleos no han distinguido a nadie dependiendo de su pasaporte.

Ante estos casos, Càritas ha ofrecido las antes mencionadas ayudas económicas para que muchas familias pudieran cubrir necesidades básicas o atender gastos extras relacionados con los hijos o la salud. Pero también ha puesto en marcha talleres para mejorar la cualificación de muchas personas y, paralelamente, su autoestima y la confianza en sus propias posibilidades. Un reconocimiento a la dignidad y a la responsabilidad de estos hombres y mujeres.

Talleres polivalentes

Un recorrido por sus instalaciones de la Fundación Joana Barceló permite apreciar este trabajo, en unas dependencias que evidencian en algunos casos una falta de mantenimiento porque la prioridad durante los últimos años a la hora de asignar recursos han sido las personas y no la decoración.

Tras una de esas puertas, un grupo de mujeres realizan un curso básico de limpieza para trabajar en hogares, aunque su aspiración es adquirir los conocimientos y experiencia necesarios para aspirar a un contrato en una empresa del sector que les ofrezca una mayor estabilidad laboral y mejores ingresos.

Las causas que las llevan a realizar este esfuerzo son diversas, pero los hijos aparecen en la mayoría de los casos. Dos de ellas reconocen que estan luchando por alcanzar una situación económica que las permita recuperar la custodia tras el proceso de separación en el que se han visto inmersas. Otra habla de su salida de Cuba junto a su pareja, de la situación irregular de ambos, de su falta de empleo y de la necesidad de conseguir ingresos. Entre esas cuatro paredes no solo se les van a dar los conocimientos básicos para trabajar como limpiadoras, sino orientación sobre como alcanzar sus metas fijando aquellos aspectos de su vida que son prioritarios.

A unos pocos metros de esa aula hay otra de alfabetización en la que un grupo de alumnos buscan mejorar su conocimiento del español. Proceden de Egipto, Nigeria, Senegal o Bangladesh, y algunos lleva años en España.

En la planta superior se encuentran las dependencias dedicadas al programa Koluté (confianza en la lengua Wólof) en el que alumnos senegaleses "hacen ropa europea con telas africanas". Este proyecto de confección industrial también comienza a mostrar cambios en su perfil: se inició solo con varones, pero ahora ya cuenta con una mujer entre sus alumnos. Aproximadamente la mitad de los participantes han encontrado luego un puesto de trabajo.

Estas iniciativas son mostradas con orgullo por Margalida Riutort, que insiste en que el objetivo no es solo mejorar la situación laboral o cubrir necesidades básicas, sino también ayudar a que las personas atendidas refuercen su autoestima. Y con ese mismo amor por el trabajo realizado pone de relieve que la ayuda de Càritas ha llegado a personas de más de 70 países.

Sin embargo, mucho menor es su satisfacción por la forma en que se comienza a superar la crisis. "Estos últimos años suponían una oportunidad única para recuperar valores y aspirar a una sociedad más implicada y comprometida, pero en lugar de eso estamos volviendo atrás", lamenta la directora de Càritas. Como ejemplo, señala la dificultad que muchas familias vuelven a tener para acceder a una vivienda, unos salarios que no permiten salir de la pobreza, el rechazo de las empresas a la hora de dar empleo a los mayores de 50 años o la negativa respuesta europea ante los flujos de inmigrantes y la atención a los refugiados. "Se están reproduciendo situaciones que no veríamos desde los años 60 y 70, cuando se iniciaba el boom turístico", esgrime, en referencia a algunos casos de explotación laboral.