"Hoy todos cumplimos cuarenta años". Así de mayestática recibía la presidenta de la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca a los 152 asistentes al cuadragésimo aniversario de su patronal. Se referí a Inma Benito a sus colegas hoteleros y a los miles de trabajadores del sector, aunque bien podría haber hecho extensivo el cumpleaños a todos los mallorquines: es sencillamente imposible explicar los muchos éxitos y algunos fracasos de los últimos cuatro decenios de la isla sin empezar por la actividad de esos empresarios que irrumpieron en la transformación de Mallorca como locos visionarios, para convertirse en menos de medio siglo en la generación de emprendedores más internacionales del turismo mundial. Que suena a mucho, sí, pero es que el turismo mundial tampoco se explica sin Mallorca y sin la aportación de muchos de los que ayer acudieron al cuadragésimo cumpleaños de toda Mallorca, la isla cumbre de la hotelería mundial.

Para lo bueno y para lo malo, claro. Para los euros a borbotones del sector sinónimo de riqueza, sí, pero también para el cemento a raudales del negocio con el que se acuñó el término "balearización" como sinónimo de "destrucción". Para el empleo para tantos y la saturación ambiental de todo. Para la riqueza compartida de muchos y la tranquilidad perdida por la mayoría. Para el ascenso de Mallorca a la cumbre del bienestar europeo y el descenso de su sociedad a la mecanización y el empleo barato del turismo de masas y todo incluido. Para el cosmopolitismo de la isla que reina desde hace cuarenta años en el turismo mediterráneo y para la liquidación de buena parte de las raíces culturales de una Mallorca que ya solo exporta a gran escala hoteles de referencia, así en Nueva York como en la plaza de España de Madrid, así en las playas más exclusivas de Zanzíbar y Bali como en los rincones más cotizados de todo el Caribe y cada vez más partes de África y el Pacífico: todo un planeta conquistado con casi 3.000 hoteles gestionados desde Mallorca (800 en la isla), y todo un mundo por conquistar para unos empresarios que amplían su red con cien nuevos establecimientos al año.

Todo eso celebraba ayer la Federación Hotelera, la organización con la que hace cuarenta años se aceleró el boom turístico que ha revolucionado la isla, como recordaba uno de los primeros presidentes de la patronal, Ferrán Porto, empresario accidental y abogado vocacional que recordaba en su discurso las claves del éxito de un colectivo que hace cuarenta años parecía imposible como tal, con sus intereses tantas veces enfrentados: "Fundamental en la fundación fue Miguel Codolà [el primer presidente de la Federación], un líder capaz de unir y entusiasmar a todos los hoteleros, que esa fue la clave: cuando llegué me encontré un conjunto de visionarios, que en plena transición política, fueron capaces de cohesionar a los empresarios en una isla de enorme individualidad", resaltaba Porto, que llamaba al colectivo a seguir marcando el paso con el estilo que ha definido la mayor parte estos cuarenta años: independencia frente a las instituciones políticos y capacidad para depurar en el seno de la Federación los enfrentamientos y disputas esperables en un grupo de empresarios que comparten isla y sector, pero a la vez pelean por liderar el turismo mundial.

Cumpleaños multitudinario

Muchos de esos titanes estaban ayer en el cumpleaños organizado en el Nixe Palace, al que se asomaron desde hoteleros emergentes a algunos de los socios fundadores e históricos, encabezados por los líderes de dos de las cuatro grandes familias hoteleras: Carmen Riu y Simón Pedro Barceló, que desde hace una semana son vecinos y dueños de hotel de lujo en el corazón de Madrid, la Plaza España. Junto a ellos aparecían apellidos ilustres del negocio como Horrach, Amengual, Socias, Ramis, De Juan, Piñero, Bauzá, Munar, Ribas, Santos, Darder, Marín, Forteza, Cañellas, o Sampol, otros pioneros y herederos de pioneros con empresas lo suficientemente gigantes y vibrantes como para liderar cualquier otro centro neurálgico del turismo mundial.

Pero no el Hotel Mallorca, una isla en la que conviven nada menos que 800 establecimientos y 232.000 camas de hotel, a las que desde hace poco se suman otras 120.000 plazas de alquiler legal y unas 150.000 de alquiler ilegal, en un isla con 850.000 habitantes que ya recibe 10,5 millones de turistas al año: ya entienden la saturación. Y pueden empezar a explicarse la apelación reciente y constante de los hoteleros a la sostenibilidad de su modelo frente a la promesa de colapso que ven en el alquiler ilegal. Lo repetía ayer Inma Benito en su discurso, en el que recalcaba que "la calidad es la única vía sostenible para generar mayor valor social y bienestar para los ciudadanos de las islas".

"El pasado, el presente y el futuro del bienestar y la generación de riqueza para todos está en nosotros. Los hoteleros, juntos, multiplicamos", concluía la presidenta patronal, entregada a un auditorio en el que destacaban tanto los presentes como los ausentes: entre esos hoteleros que juntos multiplican no figuraba ayer ningún miembro de la familia Escarrer, ni ningún ejecutivo de su Meliá, el mayor grupo hotelero de Europa. Tampoco estaban en la fiesta ni el alcalde de Palma, ni el presidente del Consell, como no aparecieron ni el cuarto gran hotelero de Mallorca, Miquel Fluxá, ni ninguna de sus herederas. Aunque en el caso de la familia Iberostar sí estaba el consejero delegado, Aurelio Vázquez, expresidente de una Federación que ayer homenajeó a todos sus líderes, desde el fallecido Codolà al citado Vázquez y Marilén Pol, pasando por Josep Forteza-Rey, Ferrán Porto, Pere Cañellas y Toni Horrach. También honraron a los exgerentes Bonnemaison, Martorell, Munar y Meaurio.

Era una fiesta, pero apareció Báñez

Entre tanto premio, solo faltó el galardón al estoicismo cortés, que sin duda se ganó a pulso Iago Negueruela: el inspector y conseller de Trabajo (PSOE), probablemente el cargo político que con más regularidad y saña le sacude a la reforma laboral del PP, tuvo que escuchar dos veces a la ministra de Trabajo del Gobierno Rajoy, Fátima Báñez, pronunciar el discurso laudatorio de su propia reforma, primero en el Govern, luego ante los hoteleros.

Báñez fue de hecho quien cerró la fiesta de cumpleaños ante Negueruela y el vicepresidente Barceló, convidados de piedra a una celebración en la que no se les dio voz, aunque sí papel como azafatos encargados de entregar las placas conmemorativas. Les acompañó Bañez, pero la ministra sí tuvo turno de palabra, oportunidad que aprovechó para repetir lo dicho una hora antes en un acto con Francina Armengol: que su reforma laboral ha sacado a España de la crisis.

Su reforma y el turismo, concedió Bañez, para agradecer a los hoteleros mallorquines el impulso propinado a la recuperación nacional. "España tiene el sector turístico más competitivo y eso es gracias a todos vosotros", decía la ministra a los hoteleros. Asentían ellos, que por algo están de fiesta, y no es por el cumpleaños, sino porque está todo lleno, todo vendido a precio de oro, todo rentable a más no poder: "No alcanzo a ver cuándo se agotará el cuerno de la abundancia", resumía socarrón el expresidente hotelero más socarrón, que nunca desvelaremos que es Aurelio Vázquez, al que el tiempo ha dado demasiadas veces la razón. Decía por ejemplo hace años que el alquiler ilegal era la gran amenaza y que Mallorca debía invertir en calidad hotelera para seguir liderando: años después la isla se rasga por las costuras del alquiler y aún así nadie cobra más por llenar los hoteles que una Mallorca en la que los hoteleros han invertido 1.200 millones desde 2012. A ese esfuerzo apelaba otro expresidente, Ferrán Porto, para intentar desterrar del imaginario colectivo el cliché que más enfada a quienes hace 40 años que marcan el paso, esa idea mil veces enunciada de que los hoteleros se hicieron magnates gracias a la única isla soleada en la que no invierten, la suya: "En ningún sitio se ha hecho una apuesta tan fuerte", replica Porto. Y de ahí el cuerno de la abundancia de algunos y parte de la saturación de todos. Feliz cumpleaños.