Varios testigos que han sido interrogados por el juez Penalva y el fiscal Subirán confirman las sospechas de que en la discoteca Tito's, propiedad de Bartolomé Cursach, se organizaban orgías sexuales con la presencia de policías locales, todos ellos identificados con nombres y apellidos, donde además de invitarles a tener relaciones con prostitutas, también se les proporcionaba cocaína. El juzgado levantó ayer el secreto de las declaraciones de varios de estos testigos, cuyo peso en la investigación es fundamental porque no se trata de versiones de referencia, sino que son personas que han presenciado los hechos que relatan.

"Durante los años que trabajé en Tito's los clientes mejor tratados eran un grupo de policías. Tenía órdenes de servirles consumiciones alcohólicas, sin cobrar nada".

La declaración de uno de estos testigos, unida a la de otros extrabajadores, complica especialmente la situación del director de la discoteca Tito's, Jaime Lladó, así como del antiguo jefe de sala, llamado Arturo. "A medida que avanzaba la noche, estos policías, además de beber, disfrutaban de la compañía de prostitutas que traía Arturo y, sobre todo, Jaime". El testigo concretó que estas mujeres procedían de dos conocidos prostíbulos de Palma. "Tenían las instrucciones de Arturo y Jaime de no cobrar a los policías. Quien pagaba era el Grupo Cursach".

Estos policías locales, según relata el testigo, no consumían la droga en la sala VIP, sino que iban a un lugar mucho más discreto. "Lo hacían en el despacho de Arturo o en el de Jaime". Este trabajador señaló que al darse cuenta los agentes y sus jefes de que les había descubierto consumir droga, también le invitaban a cocaína. "Iban tan eufóricos que me metían papelinas de cocaína en el bolsillo y me decían que las consumiera después del trabajo".

Chicas más cariñosas

Este trabajador decidió relatar estos hechos a los investigadores porque quería denunciar que a las prostitutas, a las camareras y a las bailarinas de Tito's se las drogaba para que tuvieran relaciones sexuales con los policías. "Cuando alguna de ellas era reacia a consumir y no quería mantener relaciones con los policías, éstos vertían sustancias en las copas de las chicas". Esta droga provocaba "una especial euforia a las mujeres, que se volvían más cariñosas y se mostraban dispuestas a mantener relaciones con los policías". El testigo afirma que no solo eran los agentes los que narcotizaban a las mujeres, sino que también lo hacían el director de la discoteca y el entonces jefe de sala. "También lo hacían Jaime y Arturo", asegura uno de estos testigos protegido.

La mayor parte de la plantilla de empleados de la discoteca sabían que se drogaba a las mujeres y les advirtieron que tuvieran cuidado. Cuando algunas de ellas se dieron cuenta de ello, algunas se marcharon de la discoteca, y otras se plantearon denunciar, pero no lo hicieron. "Tenían miedo a Cursach y sobre todo a Sbert, porque todos en la discoteca sabían que contradecir o denunciar a los jefes era muy peligroso".

Este testigo aseguró también que a algunas de las chicas les llegaron a pagar las operaciones de pecho para posteriormente mostrarlas y que fue el director de la discoteca quien financiaba esta intervención.

El trabajador de Cursach también se refirió al tráfico de drogas y aseguró que los responsables de la discoteca les proponían a los empleados que vendieran estas sustancias. "Jaime y Arturo me lo propusieron". Como rechazó la oferta, le indicaron que acompañara a los clientes hasta sus despachos y que "ellos personalmente se la suministrarían". Explicó que la oferta para que traficara con droga fue insistente. "Me decían que ganaría mucho dinero y que me lo entregarían en la nómina como comisión". El testigo aseguró que a sus jefes la droga que vendían les salía prácticamente gratis. Se la proporcionaban los propios policías de actuaciones profesionales.

En la puerta

En su larga declaración aseguró que la droga también se vendía en la puerta de la discoteca, a través de jóvenes "seleccionados por Jaime y Arturo, a su vez supervisados por Sbert, para garantizar que fueran de fiar y evitar problemas". Y aseguró que esta droga que se vendía en la puerta, era la misma que se suministraba en la sala VIP, es decir, la que proporcionaban los policías locales que participaban en estas orgías.

Este antiguo empleado confirmó la protección policial que tenía la discoteca de Cursach, además de un trato de favor de la inspección de trabajo. "Cuando recibían preavisos, Arturo y Jaime daban la orden a los camareros de que saliéramos a la pista a bailar para parecer clientes".