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Opinión

Pedro Horrach baja la rampa

Pedro Horrach ha bajado la célebre Rampa de los Duques de Palma con el juez José Castro, con el fiscal Juan Carrau o a solas...

Pedro Horrach baja la rampa

Pedro Horrach ha bajado la célebre Rampa de los Duques de Palma con el juez José Castro, con el fiscal Juan Carrau o a solas. Al abandonar la fiscalía Anticorrupción y pasarse al lado oscuro, la simetría elemental le obligaría a subir la rampa, en el sentido de desmarcarse de las actuaciones que concentran las cámaras en dicha pendiente.

Sin embargo, Horrach ha vuelto a bajar la rampa, ahora junto a corruptos como mínimo presuntos de la trama de Cursach. Y el descenso conlleva el cuestionamiento a la baja de su popularidad de intrépido Robin Hood. El bandido no se hubiera enrolado en un ejército regular.

Horrach demuestra que la corrupción mallorquina no tiene salida. Lo contrario de bajar la rampa es bajar la rampa, como en las ingeniosas xilografías de Escher. La trampa de la rampa. La propensión al escándalo debe ser tamizada, porque no se trata del primer juez o fiscal que efectúa la ágil voltereta ante la perplejidad de la audiencia y de la Audiencia. Ahora bien, Horrach ha encarnado el aprecio por la figura del acusador público. Es el fiscal más famoso que ejerce de saltimbanqui.

En las decenas de entrevistas que concedió con motivo de su tránsito a la empresa privada, Horrach perpetuó el mantra de que en ningún caso defendería a clientes que interfirieran con su labor ya legendaria contra la corrupción. No solo asume esta representación, sino que debuta planteando querellas contra quienes denuncian manejos en un ayuntamiento, después de haber alentado a los funcionarios a que actuaran como whistleblowers o delatores.

Abandonar Anticorrupción no debería equivaler a que ya no existe corrupción. Horrach no solo empeña una cuota sustancial del prestigio adquirido, a lo que tiene derecho porque su fama le pertenece. Abona además la hipótesis de que puede regresar mañana mismo a la fiscalía, y volver a acusar a quienes hoy defiende y antes ya denunció. Las excedencias no deberían favorecer al excedente. Quien se va, pierde los derechos, que solo debería recuperar por el arduo procedimiento de su primera habilitación.

El gesto de Horrach va más allá de un encausado de segundo nivel, y apunta al núcleo de la trama Cursach. Los abogados aguardan a que el caso se haga gigantesco, y aplaste al juez Penalva y al fiscal Subirán. La única salida para Horrach debió ser institucional, todavía explota el prestigio que implica que este artículo no alcance la dureza que la situación merece. Se confirma que la corrupción es un excelente negocio para los abogados de corruptos, y una pésima inversión para jueces y fiscales. Según demuestra la esforzada carrera previa del fiscal Horrach.

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