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Población

Los mallorquines centenarios se multiplican por cuatro en quince años

El envejecimiento emerge como el mayor reto de una isla que en cuatro lustros habrá pasado de los 135.000 mayores de 65 años de la actualidad a más de 300.000 - El sistema no está preparado para asumir las necesidades actuales de los ancianos

Los mallorquines centenarios se multiplican por cuatro en quince años

Cuando nacieron, el planeta se desangraba en una guerra mundial. Aún era la primera, la del gas mostaza y los primeros combates aéreos. Franco era entonces un chaval bajito y belicoso que hacía carrera militar a base de cargas de bayoneta en las escaramuzas del norte de África. Aún le faltaban veinte años para llevar a España a la guerra civil y someterla a su dictadura. Por aquella época no había turismo. Ni hoteles: para eso faltaban cuarenta años. Así que lo único que saturaba a muchos era el hambre. Platja de Palma lucía como es Trenc y nadie discutía sobre el monolito de sa Feixina: aún no lo habían plantado. Ni siquiera habían torpedeado el barco al que evoca, el que se llevó al fondo del mar 786 vidas en 1938.

Cuando abrieron por primera vez sus ojos al mundo, no había tele, ni móviles, ni huella humana en la Luna. E imaginar algo como internet era solo eso, imaginar, soñar despierto, como si a un joven de hoy le hablasen de viajar en el tiempo o de vivir para siempre, solo que aún más inimaginable. El Estado de Bienestar no existía. Ni aquí, ni en ningún sitio: hoy ese milagro de la convivencia humana es el que permite a muchos de los nacidos en la adolescencia del siglo XX recibir casi cada día atención médica, apoyo social, ayuda domiciliaria. Cuando nacieron no había centenarios: vivir más de un siglo era pura ensoñación en una sociedad con una esperanza de vida de 41 años. Aunque son muchos los que han hecho añicos ese pronóstico: hoy hay 198 mallorquines con más de cien años. Su número se ha multiplicado por cuatro desde el año 2000.

Su mera existencia es a la vez éxito y reto. Constatan el triunfo compartido con el que se deja atrás el siglo más convulso, pero aventuran un desafío tan grande que suena a amenaza: la isla se hace vieja, muy vieja. Tan vieja como las sociedades más avanzadas del mundo. Y tan poco preparada para ello como las demás. Hoy son 135.124 los mallorquines que superan los 65 años de edad. En veinte años la cifra superará los 300.000 jubilados. Mucha experiencia, sí. Buena noticia para todos, también. Pero un reto sin par: con una cifra de jóvenes tendente a menguar, la isla está ante la obligación de buscar un modelo que garantice el bienestar de quienes durante décadas han construido la Mallorca más avanzada. Y de los muchos que vendrán detrás.

Sociedad deslavazada

No será fácil salir adelante, analiza Fina Santiago. La consellera de Servicios Sociales del Govern trabaja en un diagnóstico desde el que planificar la respuesta al envejecimiento galopante. La dificultad vendrá no solo del volumen ingente de mayores, sino también de los cambios sociales acelerados de los últimos treinta años. "Hay un nuevo modelo familiar. Hemos pasado en dos generaciones de una familia extensa, en la que hermanos, padres, abuelos, primos, se relacionaban de forma intensa y frecuente, a una familia nuclear y diseminada, de pocas personas y mucha movilidad", reflexiona Santiago, que trabaja en medidas para compensar la falta de red familiar con una creciente red pública colectiva.

También ha evolucionado el empleo: ya no es privativo del hombre, involucra a toda la familia, condicionada además por jornadas laborales cambiantes y heterogéneas. "Todo reduce la red familiar", abunda la consellera, que da una última clave que condiciona la atención a esos mayores cada vez más presentes: "Los barrios y pueblos son distintos. No son tan estables, los vecinos van y vienen". Con lo que la solidaridad vecinal se difumina: ya casi nadie conoce a todos los vecinos del edificio o del pueblo por su nombre y el de sus abuelos.

Campos, pueblo de centenarios

Con ese potaje de avance socioeconómico, cambios generacionales y retos colectivos sin par, Mallorca encara un futuro que ya está aquí. En solo veinte años, la isla ha pasado de 83 mayores de 65 años por cada cien jóvenes menores de 15 años a 99. Casi veinte puntos más de tasa de envejecimiento. Y en algunos pueblos de Mallorca rompen la media. Es el caso de Muro, Porreres o Campos, que duplican el ratio de mayores de 80 años del resto de la isla. Sobre todo en Campos: a orillas de es Trenc hay cinco centenarios y 858 octogenarios y nonagenarios, sobre una población de 10.164 habitantes. Y eso supone que uno de cada diez habitantes supera los 80 años, la proporción más elevada, algo que sorprende hasta a su alcalde, Sebastià Sagreras. "Será la calidad de vida, que aquí se vive muy bien", bromea, antes de ponerse serio: "No habíamos caído en que la situación era esa, más en este pueblo, que no es el típico que se está quedando sin jóvenes, al contrario (de hecho, Campos tiene mayor proporción de niños de menos de 5 años que la mayoría la isla). Pero cada año cumplen los cien dos o tres personas. Lo sé porque en el Ayuntamiento les hacemos un homenaje, les llevamos una tarta con el escudo de Campos".

El propio alcalde se anima a trazar un perfil de los mayores de su pueblo. "La mayoría son mujeres, sobre todo en las edades avanzadas. De los que van cumpliendo los cien, sorprende que casi todos llegan lúcidos al 100% y muchos están físicamente bien. Quizá haya que buscar la explicación en su modo de vida: son gente que ha vivido en y del campo. Personas trabajadoras. Nuestros mayores son activos: tenemos dos clubes de tercera edad. El miércoles hacemos la excursión anual a Lluc y ya vamos por ocho autocares llenos", detalla el alcalde del municipio más longevo.

Que no el que más mayores alberga. El número de ancianos más nutrido está localizado en Palma, donde vive la mitad de los jubilados. Y para satisfacción colectiva, como ocurre en toda la isla, los ancianos cada vez viven más. También de eso hay datos: en dos decenios, Mallorca ha ganado arrugas a ritmo de vértigo, al pasar de los 11.332 mayores de 85 del año 2000 a los 19.036 de la actualidad. Un 68% más. Muchos. Ellos nutren la tasa de sobreenvejecimiento más alta de una isla que cada mes eleva su ratio de centenarios. Hay ya tantos octogenarios y nonagenarios como niños de hasta quince años (135.000).

Avalancha de arrugas

La abundancia de abuelos alegra tanto como preocupa el estancamiento de la cifra de niños. En la combinación de factores se desequilibra el futuro: antes del 2040, Mallorca incorporará a su censo actual de 136.000 jubilados a buena parte de los 307.000 mallorquines que hoy están entre los 45 y los 65 años. Antes de eso, en 2029, el cálculo con el que planifican la sanidad pública apunta a un 22% de mayores de 65, salto que elevará la cifra de abuelos a los 200.000. Con lo que se avizora un horizonte de vidas largas y problemas sociales de calado: con una población activa similar a la actual, la isla atenderá al doble de mayores de 65 años.

¿Está la sociedad lista? "Es un reto generacional enorme, pero no podemos resignarnos: ha de seguir siendo una prioridad", reflexiona la consellera Santiago, que explica que con los resortes que hay ni siquiera basta para atender a una cifra de ancianos menor de la que se avecina. "Cuando entramos en el Govern teníamos 1.400 personas en lista de espera para residencia, hemos generado 270 plazas más y estamos en 1.200. Dejaremos en construcción cuatro residencias. El esfuerzo debe continuar. De nada sirve si el siguiente Govern vuelve a parar. Si conseguimos cada cuatro años construir tres o cuatro residencias cubriremos la necesidad", aclara la consellera, poco dada a paños calientes.: ella misma destaca que Balears tiene la mitad de plazas de residencia que el resto del Estado.

Por eso insiste: la clave es la decisión política. "Con el dinero del Palma Arena se hacen siete residencias", ejemplifica, antes de dejar claro que hay otras formas de respuesta. "Estamos aumentando las horas de ayuda a domicilio en todos los municipios y por primera vez tenemos teleasistencia ligada a la dependencia. Vamos generando plazas en centros de día. Pero quien nos releve tiene que seguir". Llama para ello a los nuevos mallorquines a dar un paso al frente: "Los jóvenes no pueden resignarse y creerse que no van a tener una pensión en su futuro". Es la última incógnita de la ecuación del envejecimiento, quizá la más difícil de despejar: ¿Quién pagará las necesidades de una sociedad con más ancianos que encima vivirán más años? Es la pregunta del millón. Y pese a tener la sociedad más dotada de experiencia, nadie sabe responderla.

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