Empezaron por venir a ligar. Después, a pasar unos días de vacaciones. Ahora vienen a quedarse. Mallorca está de moda entre los suecos, que han encontrado en la isla un refugio en el que la vida es más cálida, pero también más fácil, económica y distendida. Incluso han aprendido a convivir con esa mezcla de indolencia y desorganización tan enraizada en los países mediterráneos y que supone todo un desafío para unas mentes cinceladas a golpe de disciplina y eficacia.

Pia Muñoz es la sueca con más años de residencia en Mallorca de todos los que aparecen en este reportaje y también la única cuyo apellido parece fuera de contexto. Es el de su marido, un "gitano de Granada" del que se enamoró a los 19 años y que falleció en 2000 dejándole un hijo y una vida por delante en la isla.

"Voy a Suecia una semana y ya tengo ganas de volver. A los suecos que viven aquí les gusta que haya un cierto desorden porque allí todo es demasiado estricto. Les gusta esto. Lo que pasa es que a veces les sale el lado formal y se quejan de tonterías. Como que los camareros no son suficientemente atentos o hay excrementos de perro por la calle", afirma Pia, una de las muchas escandinavas que estos últimos años se han instalado en Cala Major.

Esta mujer nacida en Gotemburgo destaca que Mallorca atrae por su carácter cosmopolita. "Es una especie de laboratorio en el que conviven muchas nacionalidades. Eso nos gusta. Y la vida es muy agradable", relata. Y señala que la isla es conocida en su país de origen por el boca a boca: "Todo el mundo habla de que es un paraíso y se vive muy bien".

Patric Söderblom trabaja como naprátapa, "una mezcla de fisio, quiropráctico y osteópata", explica apoyado en la mesa de su consulta de su local ´Lucky Bodies & Happy Souls´, en Santa Catalina.

Esgrime un discurso sin adornos: "La calidad de vida es mejor aquí. Pero es normal porque es superfácil ser sueco en España. Tengo ojos azules y soy rubio, no soy de América del Sur o de Filipinas. Así que si hablo con gente de aquí son siempre agradables conmigo".

Söderblom pone en duda la continuación de la modélica democracia sueca, y defiende a capa y espada la eficiencia mallorquina. "Mallorca funciona, la península es diferente, pero Mallorca funciona, si vas al banco, al ayuntamiento, lleva su tiempo pero funciona. Y está limpia, mucho más que otros sitios del mundo. Es segura y la policía y el sistema de salud funcionan", asevera.

A todo esto le suma un entorno envidiable y cómo no, la posibilidad de disfrutar de los pequeños placeres sin dilapidar. "Están las cosas pequeñas como tomarse un café. En Estocolmo cuesta cinco o seis euros. Es supercaro". Pese a que allí los salarios son más elevados, no le compensa. Pero si algo ilustra bien el peso del factor económico es la vivienda. "En Estocolmo el metro cuadrado ronda más o menos diez mil euros y por eso Santa Catalina todavía es barato, para el resto del mundo el barrio está fatal pero para los suecos es bastante barato".

Y por supuesto el ritmo de vida. "Aquí hay más tiempo para estar con la gente, para mí que trabajo en salud esto es lo que nos falta en Estocolmo, donde todo es muy rápido, no hay tiempo y por eso la gente enferma. Aquí hay más contacto humano cada día, más comunicación con la gente en la calle y eso es la gran calidad de vida", abunda.

"El desorden nos atrae"

Cerca de allí tiene su restaurante Emil Bergman, copropietario del Balagan by Etoh. Estamos en pleno ´Little Suecia´, en el corazón de un barrio de Santa Catalina en el que los escandinavos han ganado mucho terreno mediante la adquisición de locales y apartamentos. Suelen residir en la isla varios meses al año, pertenecen a la clase media de su país y compran propiedades para residir, no para especular.

Bergman se decidió a abrir su negocio junto con otros tres socios hace dos años porque en Mallorca "todo es más fácil, desde montar un negocio hasta comprar un piso". También él dice haber encontrado su parcela de paraíso lejos del frío y el orden escandinavo. "Realmente no echo nada de menos de mi país. Quizás aquí falta algo más de organización. A veces es difícil conseguir unos papeles del banco o de la Administración. De todos modos aquí hay algo así como una desorganización controlada. Creo que eso en realidad a los suecos nos atrae mucho", admite este restaurador.

"Aquí también se trabaja mucho, pero de alguna manera es diferente. Hay otra mentalidad y el tiempo de ocio se aprovecha mejor", concluye Bergman.

Ocho de los pisos del edificio Torremayor, en Cala Major, están ocupados por suecos. "Compré la casa hace un año. Es muy bonito y la gente muy amable. Vengo de vacaciones cuatro o cinco veces al año. Antes iba a Gran Canaria, pero ahora me gusta más esto. Y son solamente tres horas en avión desde Estocolmo", relata Sylvia Ribbestal.

Buena parte de los suecos que pasean calmadamente por el centro de Palma o se apostan en una terraza dejándose acariciar por los rayos de sol tienen un pie en la isla y otro en Suecia. Se lo permite una profesión liberal que les facilita trabajar desde casa o unas condiciones laborales flexibles para cogerse vacaciones varias veces al año. La residencia permanente en Mallorca empieza a ser una realidad cuando se acerca la jubilación. En esos casos lo habitual es vender la casa sueca y comprar otra en la isla aprovechando las ventajas de una vida en un país en el que todo resulta mucho más económico.

"Mañana, mañana"

"Aquí todo es más barato, como tomarte una copa. El clima y los precios hacen que en Suecia la gente no salga. Todo el mundo monta fiestas en sus casas porque es más barato. En cambio aquí todo es de puertas hacia afuera. Eso te da mucha vida", elogia Eva Wikman, también residente en uno de los apartamentos Torremayor. Asiente a su lado Veronica Bergesen: "Todo es más barato. Alquilar un coche, salir a comer... Puedes ir a Deià, Valldemossa o el Port de Sóller a disfrutar de lugares muy hermosos por muy poco dinero".

Su marido, Peter Bergesen, es trabajador de la construcción y también se declara enamorado de la isla. Ambos lo tienen claro: "Queremos seguir aquí muchos años. Ya estamos pensando en la jubilación y estaremos la mayor parte del año aquí después de retirarnos".

Todos se sorprenden ante esta pregunta: ¿Hay corrupción en Suecia? "No", responden al unísono. "Estamos al tanto de que aquí sí la hay, y mucha. Aquí la situación política es muy mala. Es verdad que en este sentido Suecia es un país modélico. Allí se vota por cualquier cosa y todo es muy rápido. Aquí cuando tienes un problema la respuesta casi siempre es la misma: ´mañana, mañana´", explica Veronica Bergesen.

La pasión que todos dicen profesar por Mallorca no se traduce en una relación fluida con los nativos. Son pocos los que se deciden a aprender el idioma y la barrera lingüística -y quizás algo de desconfianza mutua- supone un obstáculo.

"Los suecos se relacionan con suecos. Es un problema, pero les cuesta expandirse y relacionarse con mallorquines. Si vas a vivir aquí nueve meses al año tienes que aprender español. Es un tema de respeto con el país en el que vives", enfatiza Pia.

Constata esta realidad Karin Erlandsson, una traductora de sueco de la Juaneda, quien ha visto cómo en los últimos años ha pasado de interpretar para turistas que se alojaban en hoteles a compatriotas que cuentan con un domicilio en la isla. " La verdad es que hay muchos residentes suecos que viven todo el año que no se manejan en español aún".

Erlandsson lo ilustra a la perfección con las familias de los alumnos del colegio sueco, con quien la clínica colabora haciendo la revisión anual de pediatría. "Los niños vienen con sus padres a la cita con el pediatra y es verdad que muchísimos no hablan español", señala.

Una asignatura pendiente para estos escandinavos fascinados por Mallorca y que han encontrado en la isla otro estado de bienestar.