Aunque el catedrático Pablo Escribá reconoció que el Minerval no ha superado todas las pruebas para que se le pueda considerar un medicamento, afirmó ante el juez que muchas de las personas enfermas de cáncer que han tomado este producto "han sobrevivido".

Escribá quiso desligar el Minerval de la fundación Marathón, aclarando que era un proyecto que impulsó para ayudar a un estudiante de doctorado para que pudiera seguir investigando. El profesor mantiene que jamás ha ganado dinero con la comercialización del producto, ya que lo ha facilitado a personas que han pagado el precio de coste. De hecho, afirmó que lo facilitaba él porque podía comprarlo más barato. "Costaba 80.000 euros y yo lo conseguía por 20.000"