En sus cerebros, podría decirse que su trabajo se organiza en torno a dos elementos: habitaciones y pastillas. En sus cabezas tienen grabado que una habitación son diez minutos. Haya dos camas o cuatro; haya que cambiar las sábanas o no; haya que afrontar los destrozos de clientes borrachos o solo una limpieza estándar. Una habitación, diez minutos. La jornada es de ocho horas. Y si no quieren perder su puesto las kellys, 'las que limpian' los hoteles, no tienen mucha más opción que cumplir con el ritmo que les marcan.

¿Cómo lo hacen? Con la lengua fuera y muchas veces lesionadas. Tiran para adelante gracias al compañerismo de las colegas (se cubren unas a otras). Y a las pastillas.

Las pastillas son las que les ayudan a seguir adelante pese a las lesiones y dolores. "La última vez me dieron unas que son milagrosas", dice Soledad Castro. "¿Unas que no conozco?¿¡Cuáles!?", salta Antonina Ricaurte, que lamenta que haya hecho tantos "cócteles" de medicamentos para tratar de paliar el dolor para seguir trabajando. El trapicheo de pastillas a primera hora de la mañana antes de ponerse a la faena es el pan de cada día: "Si no, no podemos sacar el trabajo, estamos matadas de dolor".

Los movimientos repetitivos que hacen al limpiar les dañan las articulaciones (las muñecas principalmente) y la postura de agacharse para hacer las camas les destrozan la espalda."Hernias discales, lumbalgias, ciáticas, tendinitis... nos duele todo, hasta el alma", apunta Angelina Alfaro. "Acabas el verano que no te puedes enderezar", dice Antonina, que asegura que ha llegado a ir a trabajar "como Chiquito de la calzada: todo el día encorvada".

Además de pastillas, las sesiones con el fisioterapeuta o el quiropráctico también suelen ser frecuentes para ellas (pagando de su bolsillo, de sus sueldos de mileurista). Y las rizolisis periódicas para aliviar el dolor de espalda. O los parches de morfina, para aliviar la ciática: "Una vez el médico me preguntó que cómo podía estar yo trabajando con la ciática que tenía", recuerda María González. Pero siguen yendo: ponerse de baja es perder dinero. Y es que la ley no contempla según qué motivos de baja como accidente laboral: de hecho, la norma estatal solo reconoce a las trabajadoras del sector de la limpieza el síndrome de túnel carpiano como enfermedad profesional.

Ampliar el catálogo de enfermedades profesionales es precisamente una de las principales reivindicaciones de la asociación de Las Kellys Mallorca, que nació a nivel estatal hace más de dos años con la presencia de camareras de piso de Mallorca ya en su núcleo original. La investigación del periodista Ernest Cañada y una manifestación del colectivo en Lloret de Mar para reivindicar mejores condiciones, propició el nacimiento de esta asociación, que después se ha ido organizando en delegaciones por regiones.

Nani Sánchez es secretaria de la asociación a nivel estatal. Explica que en Mallorca en verano hay alrededor de 30.000 mujeres limpiando habitaciones de hotel, sin descanso para no perder el ritmo de las temporadas turísticas de récord donde las camas no quedan ni un día sin ocupar. En invierno son unas 15.000 empleadas para atender principalmente a los viajeros del IMSERSO. En la temporada baja cada una limpia y arregla, de media y dependiendo del hotel, 27 habitaciones diarias. En los meses de fervor turístico, hacen menos (24 habitaciones) pero con cuatro camas en vez de dos. Y más "salidas".

Cuando hablan de "salidas" se refieren a los huéspedes que dejan el hotel, lo que implica limpieza más a fondo y renovación de toallas y sábanas. En ese caso tienen unos veinte minutos más para hacer la habitación, la terraza y el baño. "Tenemos que ir corriendo de un lado a otro, no da tiempo, no llegamos", dice Nani: "Nuestros compañeros tienen su pauta reglamentada para fumar: nosotros no podemos parar ni cinco minutos; si no, no llegamos a todas las habitaciones que nos tocan".

¿Hay diferencia de un hotel de más categoría a otro? "En los hoteles de lujo hay más trabajo y exigencia: las habitaciones son más grandes, hay más detalles que cuidar...", apunta Antonina.

Y en estos últimos años la tendencia es que las estancias en los hoteles se acortan (el turista que antes venía 15 días ahora ha acortado a una semana o menos), cada día hay más 'salidas' que atender.

En los últimos años, deploran, "ha aumentado el trabajo y además los clientes son cada vez de 'peor calidad', la gente es cada vez más incivilizada". Así lo cree Soledad, que lleva más de 20 años trabajando. "¡Y ahora en julio vienen los estudiantes!", se lleva las manos a la cabeza Angelina, que trabaja en un hotel de El Arenal.

¿Qué es lo más horrible que han visto? Sus recuerdos, no agradables, hablan de restos fisiológicos (vómitos y excrementos) en los sitios más insospechados; espumas de extintores; desperdicios de comida; arena por todo... "Yo he sacado ocho bolsas de basura grande de una sola habitación", narra María. A veces hacen hallazgos sorprendentes: de señales de tráfico a un televisor nuevo y de grandes dimensiones que no era del hotel. "Hay gente que no debería viajar", concluye Soledad.

La secretaria de Las Kellys señala la segunda reivindicación del colectivo: "Que se respeten las categorías que marca el acuerdo laboral estatal: se hacen contratos de peón de limpieza cuando en realidad harán trabajo de camarera de piso". Apunta a continuación la tercera reclamación de su asociación: "Que se cumpla el artículo 42.1 del Estatuto de Trabajadores". Es decir, que si se subcontrata o externaliza el servicio, estas empleadas tengan las mismas condiciones que las contratadas por el hotel: "Cobran un 40% menos que nosotras".

En Balears, las camareras de piso que no son empleadas de empresas subcontratadas (que son la mayoría: la externalización está más o menos contenida en las islas gracias a cierta regulación, aunque sí se da en algunas cadenas y hoteles en concreto) se rigen por el convenio de hostelería.

El último ha supuesto un ligerísimo incremento salarial (1%) que las 'kellys' no creen que se corresponda con el encarecimiento de la vida ni con los niveles de beneficios a los que están llegando los hoteleros en los últimos años. Creen que hay empresarios que ahora que ha pasado la crisis en el sector turístico no quieren volver atrás y que las empleadas recuperen las condiciones de antes del descalabro económico: "Han visto que con menos empleadas pueden seguir sacando las habitaciones y encima se ahorran un dinero", deplora Sole.

Porque el trabajo ha seguido saliendo, por más que les apuraran el ritmo. Porque hay ansiedad por cumplir, miedo a ser despedida. Demuestra ese miedo el hecho de que de las 30.000 camareras de piso de la isla, de momento solo 300 se han atrevido o animado a sumarse a Las Kellys Mallorca.

Cañada, en una entrevista concedida a este grupo el año pasado, aseguraba que una de las cosas que más le sorprendió cuando hacía las entrevistas para su libro Las que limpian los hoteles fue el temor a aparecer con nombre y apellidos; el miedo a las represalias. Por miedo, renuncian "a quejarse y a reclamar el día de libranza, asumen cantidades imposibles de trabajo y se quedan más allá de su jornada para terminar sin pasar horas extras".

A raíz del trabajo de Cañada y de los movimientos sindicales y de las trabajadoras, partidos como Podemos empezaron a fijarse en este colectivo y a denunciar su precaria situación también desde el escenario político. En 2015, el Govern (por iniciativa de Més) propuso al Estado dar a Soledad y a Dolores Ayas (otra compañera veterana) la Medalla al Mérito Turístico.

"No pedimos aplausos ni nada especial", razona Angelina, "solo que se reconozca nuestra labor". "Estar mejor valoradas", señala Soledad, quien recuerda que un hotel es un sitio al que se va a dormir. Puede no tener restaurante pero siempre tendrá habitaciones que limpiar. Y puede funcionar sin director, pero "no puede recibir clientes sin señoras de la limpieza: somos la base: que se reconozca".El libro El origen del ´movimiento kelly´

El periodista Ernest Cañada fue el primero que empezó a investigar y dar difusión a la dura situación que viven estas trabajadoras en su libro ´Las que limpian los hoteles´, haciendo entrevistas a muchas de estas mujeres que trabajan en Cataluña y Mallorca y constatando como los efectos de la crisis sí se hicieron notar en las condiciones de estas empleadas a las que sin embargo no les ha repercutido tanto el éxito de las últimas temporadas turísticas.