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La fiesta en paz

Todo tiene un límite. O no

Cuando declinan las estadísticas turísticas hablamos de exceso de oferta. Cuando llegan en avalancha, de controles. Debatimos a destiempo

Un día volverán a faltar los turistas. B. Ramon

Límites. Poner límites. O no. Es la polémica de moda en casi todos los debates abiertos en Mallorca. Se pronuncia con la misma intensidad en foros políticos, económicos, tertulias de bar y sobremesas familiares. "Esto no hay quien lo aguante", es la frase resumen de quienes no viven directamente del turismo. "Es lo que nos da de comer", es la conclusión de quienes tienen una relación, aunque sea mínima, con la industria del ocio.

Quinto Horacio Flaco sentenció que "todo tiene sus límites". Los mallorquines estamos empeñados en refutar al autor de las Sátiras, Odas y Epístolas.

Hay que imponer una tasa a los coches de alquiler para evitar que su exceso colapse la isla en los meses de julio y agosto. "Incluso en abril", puntualizan los ecologistas. Se tiene que establecer un tope al alquiler turístico en viviendas plurifamiliares porque los vecinos, salvo los inmersos en el negocio, están hartos. Hay que restringir las viviendas vacacionales porque no generan el mismo empleo que los hoteles y compiten con ellos sin pagar los mismos impuestos, pasar controles rigurosos y afrontar inversiones similares.

La controversia es transversal. Hay partidarios acérrimos y detractores en PP, PSOE, Podemos y Més. Depende del papel de cada individuo en la feria.

Tenemos que controlar los accesos a los paisajes más emblemáticos de la isla: el faro de Formentor, Cala Varques, el Port de Valldemossa, sa Calobra, es Trenc, s´Almonia... Hay que frenar la masificación de ciclistas porque suponen un peligro en las carreteras. Debemos regular la entrada de cruceros en el puerto de Palma porque las avalanchas humanas que desembarcan durante los meses de verano saturan el centro. "Incluso ahora", añaden los indignados. Hay que reducir el espacio dedicado a las terrazas de los bares porque apenas permiten la circulación a los viandantes. "Pero crean empleo y dan ambiente a la ciudad", señalan aquellos que las promueven. Es imprescindible frenar la llegada de más vuelos a Son Sant Joan porque en la isla ya no caben más turistas.

Este debate, que como muchos otros quedará irresuelto, obedece a que décadas atrás no se planteó del modo adecuado o las conclusiones resultaron estériles. Porque cada vez que la curva de la llegada de turistas declinaba, toda clase de voces clamaban para advertir que sobraban plazas turísticas. "Hay que retirar 50.000 camas del mercado", era el mantra recurrente. El objetivo era reducir la oferta para evitar que se tiraran los precios. Inma Benito, la presidenta de los hoteleros mallorquines, lo advirtió el pasado miércoles en el Foro Bussines celebrado en el Club Diario de Mallorca: "Mallorca no debe competir por precio".

La receta está clara hoy. Pero en el pasado, apenas flojeaba la estadística de visitantes, se tiraban tarifas, se alzaban lamentos y, en cuanto las cifras remontaban, la disputa se apagaba y nadie se acordaba de la necesidad de controlar el volumen de la oferta.

Hoy se polemiza sobre límites por factores externos e internos. Se nos escapan de las manos los problemas de nuestros competidores y la recuperación económica. Nosotros hemos fracasado en aplicar políticas de contención. No supimos hacerlo en el pasado. Somos incapaces de lograrlo ahora ­-basta revisar los vaivenes de la legislación sobre alojamiento-. Me temo que también mostraremos nuestra impotencia en el futuro.

En cualquier caso, el turista deben ser inmune a este enconado debate. El que llega a la isla es Dios. No tiene la culpa de nuestras discusiones ni del cabreo de algunos ciudadanos. Siempre se merece una sonrisa y una atención.

Cuando el arquitecto Pere Nicolau era interrogado sobre la magnitud de las instalaciones aeroportuarias inauguradas en 1996, de las que era autor, respondía con un metáfora: "Yo pongo las velas, el viento lo pone la sociedad mallorquina". En estos momentos sopla un vendaval. Casi un huracán. Por eso se debate hoy sobre los límites.

Algún día la polémica dejará de existir, porque amainará el viento. Los turistas. Entonces volveremos a hablar de exceso de oferta y aparcaremos, de nuevo, los límites.

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