¿Qué es el lujo? Tal vez, sea poder caminar descalzo cada día sobre una moqueta de lana virgen, suave como nubes de algodón. O, tal vez, tomarse una copa mirando al mar mientras un helicóptero se posa delante de tus narices, en un helipuerto que se puede reconvertir en discoteca. Tal vez, el lujo consista en dormir en una cama de 2x2 con unos subwooffers (altavoces) debajo de un delicado colchón. O, tal vez, jugar a las cartas en una mesa valorada en 30.000 euros.

Para casi todos esta clase de lujo es un quizá que nunca llegará, aunque algún potentado superlativo sí lo podrá experimentar en el Maybe Maybe('tal vez', en inglés), que es como se llama el yate más grande fabricado hasta la fecha en España.

El Maybe, construido en Galicia por Astilleros Metalships, es una de las principales atracciones del Salón Náutico Internacional que se inauguró ayer en Palma y que estará abierto hasta el próximo martes.

Por cierto, este súperyate, que parte de un encargo original del año 2008 del empresario y naviero Fernando Fernández Tapias Fefé que se quedó a medio culminar por culpa de la crisis, está a la venta: cuesta algo menos de 35 millones de euros.

"¡Ha costado atracarlo aquí! Nunca había habido un barco tan grande en esta zona del puerto (Moll Vell)", explica el capitán, Javier Pastor, durante un tour con este medio por el interior del barco. Encajonado en el amarre como si de una gigantesca operación de Tetris se tratase, no se alcanza a apreciar del todo sus dimensiones: 59 metros de longitud y casi 11 metros de ancho. El Maybe viene de participar en otro referente de la náutica internacional, el Salón de Mónaco, donde se expuso a posibles compradores. El broker (agente) encargado de la venta del yate se llama Jonathan Syrett, de la compañía Camper&Nicholson. Cuando se le pregunta por el perfil de potenciales compradores, da una serie de pistas. Una, muy obvia: "Debe ser alguien con mucho dinero". Y sigue: "Y debe ser alguien que le guste viajar lejos. Este barco puede cruzar el Pacífico, ¡tiene una autonomía de 7.000 millas!".

Antes de acceder al interior del barco para conocerlo en profundidad, hay que descalzarse. "No te preocupes por los agujeros de los calcetines. ¡Tendrías que haber visto los calcetines que vimos en Mónaco! ¡Hasta con agujeros había!", bromea uno de los miembros de la tripulación.

Una vez a bordo, sobre la mullida moqueta de lana virgen, al visitante se le abre una mansión flotante con seis camarotes sólo para los invitados y otra docena para los tripulantes. Sólo el espacio para disfrute exclusivo del futuro propietario del barco tiene una superficie de 164 metros cuadrados.

Una cama de 2x2 preside un espacio diáfono con escritorios y pantalla incrustada en la pared. El baño, con jacuzzi, también es doble. "Uno para el hombre y otro, para la mujer", señala el director de producción del astillero Metalships, Jorge Ramos.Ascensor de cuatro niveles

Ramos conduce al visitante a través de una amplia galería de pasillos y niveles (hay hasta cuatro), conectados a través de una escalera de espiral y de un ascensor.

Desde la parte inferior, donde está lo que denominan "la playa" (la zona de baño; con barra de bar, y vestuarios propios), hasta la superior, donde está el helipuerto y otra terraza, que puede reconvertirse en discoteca, pasando por una sala de cine y un garaje con una altura no muy excesiva. Sólo cabrían coches deportivos.

Ramos habla del detalle de los acabados, de la teka de Birmania, de las cinco clases de mármol, de las pieles de camello y de otros tipos, de los mástiles de fibra de carbono de última generación, y la pregunta viene sola: ¿hasta qué punto se entiende esto en un país que sale de una crisis económica?

El broker Syrett recuerda que la construcción de un barco de estas características "es una forma de esparcir la riqueza de gente que tiene mucho dinero". En este sentido, argumenta que da trabajo a mucha gente, no sólo de los astilleros, sino también de los subcontratistas, además de suponer una inyección económica para los puertos base. En esta línea, se expresa también la portavoz de la Asociación Española de Grandes Yates, Marta Iglesias, quien remarca que Palma es un referente en el campo del mantenimiento de este tipo de barcos, aunque no al nivel de Francia e Italia. Iglesias explica que los súperyates como el Maybe Maybeno abundan especialmente en Balears, más allá de "dos o tres semanas" al año en que sí hay saturación. ¿El perfil? Ingleses, alemanes, árabes, rusos y norteamericanos (éstos, al alza). Quizá algunos de ellos acabe comprando el Maybe, para gozar de un lujo privativo.