Diario de Mallorca

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La fiesta en paz

Principios volubles

Políticos, medios y hasta jueces se consideran investidos del derecho a modificar sus postulados sin ofrecer explicaciones a nadie

El PSOE quiso derribar Son Espases, pero lo inauguró. Manu mielniezuk

"La Iglesia no pudo sustraerse a las mescolanzas político-patrióticas de aquellos días y se celebraron fiestas votivas ora por los rancios, ora por los liberales, jurando hoy la Constitución y execrándola mañana, hoy en acción de gracias por los discursos que en defensa del Santo Oficio pronunció el diputado Llaneras, rector de San Nicolás, y mañana por haber salido ileso Antillón [liberal de pro] de la emboscada que los reaccionarios prepararon en Cádiz para asesinarle".

Sustituya la palabra Iglesia por partidos, políticos, autoridades, pensadores, economistas y/o medios de comunicación. Reemplace los bandazos que relata Miquel del Sants Oliver en Mallorca durante la primera revolución con los que leemos a diario en los periódicos. Sustituya la fecha de 1811 por algunas recientes. Relea y observará que casi nada ha cambiado en el comportamiento humano.

Es cierto que solo los muy imbéciles están libres del pecado de cambiar de opinión. La evolución del pensamiento es lógica. O la adaptación a las circunstancias económicas y sociales. Cosa muy distinta es pasarse de un extremo a otro del arco ideológico.

Jamás entenderé como se puede ser presidente del Govern por el Partido Popular y acabar liderando una plataforma soberanista. Es cierto que Cristòfol Soler siempre defendió la lengua catalana -sin los paños calientes que hoy intenta ponerle el PP-, pero eso queda muy lejos de apostar por la independencia de los Països Catalans. Salvo para Bauzá y Delgado, que detrás de cada ´adéu´ o ´idò´ intuyen un catalanista camuflado.

Una de mis experiencias periodísticas más chocantes ocurrió durante las elecciones municipales de 1983, cuando trabajaba en Radio Popular. Entrevisté a todos los cabezas de lista de todos los pueblos de Mallorca. La charla más surrealista fue la del líder del Partido Comunista en Manacor. El viejo militante me recibió en una habitación cuyas cuatro paredes estaba forradas desde el suelo hasta el techo de imágenes de la Virgen , santos y corazones de Jesús.

Acepto como hipótesis de debate que el mensaje del Fusteret, como le llama Jaume Santandreu, está más cerca de un protocomunismo que de las moquetas de los despachos financieros. Por eso, por mis escasas entendederas, no logro comprender que un filocomunista y socialista sea ahora el defensor Balears del mensaje más reaccionario en asuntos de familia. Claro que tampoco me cuadró demasiado que el gran defensor de la familia -y perceptor de subvenciones- en tiempos del PP de Matas acabara fundando tres.

Solo por esta tradición tan arraigada de adorar hoy a Sant Antoni y mañana al diablo se entiende que ayer Més reclamara el derribo del Palau Congressos, determinación loable cuando se observa desde el exterior, y ahora Biel Barceló se embelese con las estupendas vistas sobre la bahía, los magníficos auditorios y el sueño de que acabe con la estacionalización. Esta misma volubilidad es la que azota al PSOE que en tiempos de la negra legislatura de Matas aseguraba que Son Espases no sería el segundo hospital de Palma y que, durante la segunda presidencia de Antich, se apuntó el tanto de la inauguración.

La epidemia descrita por Miquel dels Sants Oliver es altamente contagiosa y alcanza a la mujer de ojos vendados que representa a la Justicia. El Supremo idea una semana la doctrina Botín para evitar que un banquero se siente en el banquillo y a la siguiente se la niega a Atutxa, una de las personas más amenazadas por ETA, con un requiebro legal que ni ellos mismos son capaces de explicar. Y qué decir de la doctrina Salom, que permite considerar incompatible con el cargo la farmacia de una consellera socialista, pero que cuando se traslada al presidente Bauzá es absolutamente compatible. No con argumentos jurídicos, sino con mero cambio de criterio del tribunal... Y la Justicia se quitó la venda.

Por supuesto, enquistarse en una opinión y no moverse ni un milímetro es de necios. Pero si algunos cambios fueran más meditados, comedidos y explicados, los ciudadanos confiarían más en la política, la Justicia y los medios de comunicación.

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