El año pasado en Deià se vieron obligados a poner semáforos a la entrada de la única carretera que cruza el pueblo (y la Serra): con ellos bloqueaban a los vehículos a las puertas de la localidad, con el único objetivo de que cuando se atascasen por su exceso, algo que en verano ocurre a diario, lo hiciesen fuera del pueblo, evitando ruidos y malos humos a los vecinos (que no a la Serra). Fue una solución de urgencia a un problema que promete repetirse, solo que aumentado: la multiplicación de los coches que recorren y anegan todos los rincones de Mallorca durante la temporada. Por eso ya el año pasado, ayuntamientos de toda Mallorca empezaron a improvisar parkings disuasorios y cierres temporales de calles cuando no cabe ni un tubo de escape más. Ocurrió en Sóller, Valldemossa, Deià, o incluso Esporles: la saturación turística no entiende de pueblos tranquilos.

De ahí que esta vez las restricciones vayan a ser mayores. Y estarán más planificadas. Pone un ejemplo el vicepresident y conseller de Turismo, Biel Barceló, que explica que Valldemossa se plantea establecer limites de coches como los que se fijaron ya el año pasado en el camino de Cala Varques (Manacor)en el camino deCala Varques (Manacor). "Son soluciones que cuentan con nuestro apoyo, como las que están adoptando ayuntamientos de Menorca y Eivissa para limitar hamacas y sombrillas en sus playas. Son respuestas imprescindibles en algunos momentos para regular flujos de turistas", explica Barceló.

Restricciones para residentes

El vicepresident recuerda de paso que la regulación comunitaria no permite impedir la llegada de turistas a las islas, como han llegado a proponer colectivos ecologistas. Por eso las soluciones, dice, se centran en restringir el paso de vehículos cuando las zonas se saturan y en fijar para las islas un techo de plazas de alojamiento. Es decir, no puedes limitar la libre circulación de personas, pero sí puedes restringir los sitios disponibles para dormir y los lugares a los que pueden entrar en coche.

El problema es que esas restricciones no son solo para turistas: afectan por igual a los residentes, que no pueden acceder a playas o localidades cuando se alcanza el cupo máximo permitido. Ocurre ya en Es Trenc, que este año en vez de 4.000 plazas de aparcamiento tendrá 1.500. "Es una cuestión delicada, sí, pero los ciudadanos tienen que entender que cuando se hacen restricciones no se puede diferencia entre residentes y no residentes, igual que cuando fijamos límites de boyas actúan para igual para barcos de las islas y de fuera. A partir de ahí, intentamos es equilibrar, usando la promoción para reducir turismo en verano y ampliarlo en invierno", razona el vicepresident, que de momento lo que ha logrado es aumentar el turismo en verano y en invierno.