Henry D. Thoreau, el ideólogo del deber de la desobediencia civil, llegó a ir a la cárcel por negarse a pagar impuestos a un Estado que permitía la esclavitud, los Estados Unidos del siglo XIX. He de confesar que es una idea que siempre me ha atraído. Plantarme un buen día en la sede de Hacienda y soltarle al funcionario: Mire, he decidido que este año no pienso pagar impuestos que sirvan para sufragar mangarrufas como el Palma Arena, o que acaben en los bolsillos de corruptos como Jaume Matas o Maria Antònia Munar. O para pagar informes sobre el perfil del público de la Orquesta Sinfónica a cargo del amiguete de Biel Barceló, por poner un ejemplo cercano.
Pero luego te encuentras con iniciativas como esta. Con una población cada vez más envejecida es imprescindible contar con servicios médicos de atención integral. Se trata simplemente de no dejar languidecer a personas de edad avanzada, que sufren patologías distintas, simple consecuencia de la vejez, durante horas o días a la espera de ser visitados por los diversos especialistas.
Es un servicio que requerirá un gran esfuerzo económico, pero ya podemos ir asumiéndolo. Porque el trato que se le da a las personas mayores es uno de los rasgos que define una sociedad avanzada.
Una cobertura sanitaria que no excluya a nadie y que, si bien no puede evitar los estragos de la edad, sí puede ofrecer una calidad de vida aceptable a los ciudadanos.
Precisamente en estas fechas, cuando se pone en marcha la campaña de la renta, conviene tener presente algunos de los fines a los que se dedican nuestros impuestos. Exigir el máximo control de la financiación pública, imponer condenas ejemplares a aquellos que se valen de su posición política para enriquecerse o beneficiar a sus colegas. Y lograr que nuestro dinero se destine a sufragar medidas que protejan a los sectores más vulnerables. A esto pueden dedicar mis impuestos, que los pagaré a gusto.
