Todos los periodistas que cubren noticias universitarias en este país saben que luchan contra duros rivales: el miedo y el silencio. Y en esto la UIB no tiene la patente: así lo denuncian desde asociados a catedráticos de aquí y de cualquier campus español. Mientras los profesores se pasan horas rellenando encuestas en aras de la excelencia y la mejora de la docencia, la mediocridad (y a veces la maldad) campa sin que normalmente nadie haga nada. Porque si lo haces quedas señalado en tu departamento, en tu laboratorio, en tu grupo: tus propuestas no saldrán adelante, tu candidato no promocionará. Porque si lo denuncias quedas excluido.

Eso les pasó a las investigadoras de la UIB, coautoras de la patente de Minerval (una molécula artificial con supuesto potencial para acabar con un tipo de cáncer muy agresivo). Las científicas renunciaron a la autoría y hace tres años expusieron al máximo responsable de Investigación de la UIB, Jaume Carot, sus advertencias sobre lo que pasaba en el laboratorio de Biología Molecular y Celular de los hoy imputados Pablo Escribá y Xavier Busquets. Un poco después, en 2015, el servicio de Oncología de Son Espases, informó a la UIB de la posible venta de un falso medicamento a los enfermos de glioma (un tumor cerebral), pero la universidad no hizo nada "porque el testimonio se retractó".

Sin actuaciones

Pero la UIB ya hacía muchos más años (al menos seis) que tenía constancia de "rumores". No actuó pese a la gravedad de este asunto, que parece tener dos patas: por un lado, un posible fraude científico respecto a las propiedades del Minerval y a la manipulación de datos (según las denuncias hechas a Carot y al Síndic de Greuges de la UIB); por otro, su venta fraudulenta como si fuera un medicamento (cuando aún no ha pasado todas las fases necesarias para ser considerado como tal) y la estructura montada a través de una fundación sin ánimo de lucro (Marathon Glioma) para recibir los pagos de los compradores, que se camuflaban así como donativos.

Si el Minerval es o no es todo lo que se ha asegurado en artículos y estudios científicos y como defiende Lipopharma, la empresa fundada por Escribá y Busquets en 2002, ya se verá. La UIB, que "no es la policía", según Carot, tampoco ha esclarecido este punto en todos estos años. Escribá les ha dado cuatro patentes (con sus beneficios). Tampoco lo olvidemos.

La Policía Nacional no ha entrado en la parte científica. Pero sí ha cumplido con su parte. Su grupo de Delincuencia Económica investigó y, tras casi un año y más de una decena de testimonios, concluye que se ha cometido en el mismo seno de la Universitat un delito continuado de estafa agravada. Cinco detenidos, de momento. Un delito imputado, de momento. Y ningún superviviente entre los pacientes de Oncología de Son Espases que tomaron el compuesto que, según varios testimonios, recogían en el propio campus, tres edificios más allá del rectorado.

¿Por qué harían dos catedráticos algo tan miserable? Científicos y miembros de la comunidad universitaria descartan el enriquecimiento personal y apuntan más a la financiación de su propia investigación (también intentaron captar donativos en clase, según antiguos alumnos, y a través de campañas como #VaportiNacho). Añaden otros posibles factores: ego científico y visión mesiánica ("yo curé el cáncer").

Sefa Terrasa y Juan Fuster, desde Oncología de Son Espases, reaccionaron e insistieron. Tras el intento fallido de 2015, en 2016 volvieron a denunciar lo sucedido. Y contaron con el apoyo de Miquel Fiol, del IDISBA, y Félix Grases, del IUNICS (instituto universitario de investigación sanitaria que hace tres o cuatro años ya "facilitó la salida" del grupo de Escribá).

La integridad de Francesca Mas

Supieron llamar a la puerta de la persona adecuada, la de Francesca Mas. Con su determinación de llevar el caso a la fiscalía, la abogada ha redignificado el Consell Social (órgano de control de la UIB) que preside. No tenía mucha más información que la que ya había conseguido recabar la institución un año atrás, pero entendió que hay situaciones que requieren actuar, aunque sea partiendo de indicios.

Carot acaparó los micrófonos en la rueda de prensa convocada para dar explicaciones. Mas, contenida. Llorenç Huguet, ajeno. Hay situaciones que no se pueden tapar. Y hay veces en las que, a dos meses de las elecciones a rector, el silencio te estalla en la cara.

En medio de todo el asunto están los afectados, los denunciantes, los enfermos (hoy fallecidos) para los que el Consell de Direcció de la UIB no ha tenido ni una palabra en sus comunicados de prensa.

La fe en la especie humana del más optimista (si es que aún queda alguno en España tras el caso de Nadia Nerea) ha sufrido un nuevo revés. También lo ha sufrido el prestigio investigador de la UIB, por más que se empeñe ahora (y por más cierto que sea) en recordarnos sus logros de los últimos años y su mejora en muchos rankings internacionales. Hay cosas que los rankings no pueden medir.