Hugo y Álex son Hugo y Álex. Ahora y para siempre. Ni por asomo quieren revelar a qué nombre respondían antes de haber dado el paso para adquirir el género en el que desde siempre se han sentido cómodos, independientemente del que figuraba en su carnet de identidad o el que le habían asignado por los genitales con los que habían nacido.

Y este hecho, no nimio, puede ser tremendamente esclarecedor del calvario por el que han pasado y por el que no quieren volver a pasar. De ahí su empeño por reafirmarse en su nueva identidad adquirida a base de esperas, sufrimientos, desengaños y, sobre todo, incomprensiones.

Álex le comunicó a su madre a los quince años que se sentía hombre y allí comenzó su periplo por el circuito asistencial marcado para estos casos en esos años. Corrían los días de 2014.

Primero, al médico de cabecera, que rápidamente, ignorante de cómo actuar, le derivó al endocrino por eso de la hormonación y de las mastectomías y el cambio de sexo que, en ocasiones, acompañan a estos procesos. Este especialista, no le quedó más remedio, la legislación de entonces así lo obligaba, tuvo que derivarle a su vez a un profesional de psiquiatría infantil de Son Espases para obtener el informe de disforia de género y del que Álex solo guarda malos recuerdos.

"Que no lo tenía claro"

"Me dijo cosas muy humillantes, como que a mi edad no podía tener claro lo que quería ser, que desconocía los efectos secundarios de la terapia del reemplazo hormonal, que me iba a quedar calvo... Redactó un informe en el que no me autorizaba a comenzarla pero que dio pie a que otro profesional, un endocrino, me diera luz verde", rememora

En octubre del año pasado, cuando ya llevaba dos años sometiéndose al proceso de hormonación, pudo conseguir que en el Registro Civil le cambiaran el documento nacional de identidad y que en su carnet figurase el sexo sentido. Ahora se encuentra en lista de espera para someterse a una mastectomía.

En el instituto tampoco transitó por un camino de rosas. Tuvo que cambiar de centro y dejar atrás el IES La Ribera tras soportar, en segundo y tercero de ESO, acoso escolar por parte de sus compañeros. Pero lo que recuerda con más amargura es que sus acosadores contaron con el apoyo de algún profesor "que les seguía la corriente. En cuarto de ESO me cambié al IES Joan Maria Thomàs donde las cosas fueron bien excepto con la profesora de Filosofía que se negó a llamarme Álex durante los tres años que pasé allí", denuncia este joven trans que en estos momentos cursa estudios de Filología Catalana en la Universitat balear.

La historia de Hugo difiere de la Álex porque la revelación del sexo en el que se sentía más cómodo llegó más tarde . O al menos él se sinceró con sus amigos a los 25 años. Vino a la cita con este diario acompañado de su compañera sentimental, Kenia, que le apunta cosas y corrige olvidos durante su relato.

Comenzó el periplo asistencial habitual en estos casos, médico de cabecera, psicólogo, endocrino... hasta que en julio pasado, ya con 27 años, comenzó con la hormonación.

El momento más difícil en esta lucha por conseguir que se respetase su verdadera identidad sexual lo pasó a la hora de comunicárselo a sus padres. "Mi padre es gitano", revela Hugo, "y piensa, por ignorancia, que me voy a morir en el quirófano si me opero. Tienen miedo".

Deplora la falta de información existente en la Administración para estos casos y, aunque se muestra contento por el hecho de disponer de su tarjeta sanitaria individual con el sexo elegido desde hace unas tres semanas, lamenta la tardanza en formalizar este trámite.

"Para conseguir que te cambien el DNI en el Registro Civil hay que acreditar ser español mayor de 18 años, llevar al menos dos años en tratamiento hormonal y contar con un informe psicológico que acredite una disforia de género", pone como ejemplo de los farragosos e interminables trámites que hay sortear con una Administración que no los facilita, en la mayoría de las ocasiones, por supino desconocimiento.

Álex Lucas admite que se le cayó el mundo encima -"me descompuse"- cuando, hace tres años, su hija Ensa le confesó a los seis años que se sentía una niña, que era una niña. "Mi mujer me lo llevaba diciendo desde que tenía dos años", admite ahora este padre recordando como su hija se negaba a aceptar roles masculinos en los juegos o los forcejeos que tenía que mantener con ella para conseguir que se pusiese según qué ropa. Cuando su hija empezó a demostrar su verdadera condición sexual, la sanidad balear ni siquiera contemplaba la posibilidad de la transexualidad en niños de tan corta edad. "Nos tuvieron que derivar al Clínic de Barcelona para conseguir el informe psicológico", revela.

El tiempo dirá qué pasará con la vida de Ensa, la decisión es enteramente suya, asume su padre que, sin embargo, preferiría que su hija se sometiera a las menos intervenciones posibles conocedor de que en los casos de transexualidad juvenil a los adolescentes se les bloquea el desarrollo con el objetivo de obtener mejores resultados en intervenciones de cambio de sexo posteriores.

Sin cambio de nombre

Casti Rodríguez tiene una hija trans de cinco años y medio que desde hace dos años ya empezó a manifestar de forma clara su verdera identidad sexual. Casti, como todos los padres en estas situaciones, no sabía qué hacer. "Acudimos a Ben Amics, donde nos pusieron en contacto con Álex y empezamos a movernos por el bienestar de mi hija", revela con un guiño de complicidad hacia su compañero de reivindicaciones.

"No se ha querido cambiar el nombre", revela esta madre antes de admitir que el hecho de vivir en un pueblo pequeño como Santa Maria en el que todo el mundo se conoce ha ayudado a que las cosas transcurran sin traumas ni sobresaltos. "En la escuela tampoco ha habido problemas porque todo el mundo la conocía porque desde muy pequeña ya salía vestida de niña a la calle. Y no tiene problemas con los genitales. Lo único, que no he conseguido que haga pipí sentada. Se arremanga la falda y orina de pie", concluye.