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XV congreso del PP

Biel Company gana jugando al escondite

El exconseller se impone en las primarias del PP gracias a que ha logrado ocultar su leyenda negra, y continuará hibernando hasta las autonómicas

Company derrota a Company por encima del tradicional setenta a treinta, nunca tuvo otro rival que su abigarrado currículum. manu mielniezuk

Al ganador de las primarias del PP no le preocupa lo más mínimo el partido conservador, ayer mismo reconoció su indiferencia hacia las siglas. Su objetivo único es coronar el Consolat de la Mar. De ahí que Biel Company haya ganado la presidencia de los populares jugando al escondite. El exconseller de Bauzá se ha impuesto al jefe que nunca reconoció como tal, gracias a que ha logrado ocultar su leyenda negra con la cortina de humo tejida por los alcaldes de Petra, Campos y Santanyí. Siempre rencoroso, Company destacaba ayer que "me han difamado", cuando solo ha prosperado porque se han camuflado los vértices más ásperos de su biografía. Su fama se la ha labrado a pulso, y no es envidiable.

Dado que el nuevo líder del PP solo trabaja en clave de Govern, se puede empezar por el final. Si Bauzá fue president, ¿por qué no puede serlo Company? El ingrediente clave para lograrlo no es el candidato de la derecha, sino un Govern progresista que cometa los errores suficientes. Por este lado no tendrán problema.

Si Rajoy no logra imponer a su favorita María Salom para desbancarle, Company será candidato con 55 años. A esa edad, Gabriel Cañellas había enterrado tiempo ha la presidencia de Balears que desempeñó durante doce años. El PP ha elegido a su líder más tardío. No es casual. Los populares asustados han escamoteado la renovación. Han hundido en su identidad ancestral esas "raíces" a las que apela de continuo su nuevo president.

Company ha derrotado a Company. Tiene mérito, dado el abigarrado currículum de ambos. Bauzá contribuyó en todo lo que pudo. El vástago de can Botó de Son Servera ha sido más Botonet que nunca, la denominación que abominaba cuando era niño. Su tándem con Delgado ha obtenido peores datos que el exalcalde de Calvià en solitario. El farmacéutico pluriempleado empeora todo lo que toca, el mejor resumen de un Govern en el que Company ejerció un papel decisivo y difamatorio.

El PP es la Familia Real de Mallorca, y ahora también por la crudeza de una división interna que no zanja el decimoquinto Congreso. Aparte de la reducción radical de su poder, ayer votaron dos mil afiliados menos que en las anteriores primarias. Dado que se podía participar sin pagar, la exigencia mínima de estar al tanto de las cuotas hubiera reducido el recuento a unos centenares de votos. El PP solo interesa en el momento crucial a uno de cada tres militantes del PP, que encima no pagan por su hábito.

Por si se albergaban dudas sobre la calidad del discurso del nuevo presidente, ayer pronunció uno que obliga a los populares a pensárselo dos veces antes de arremeter contra la preparación de Balti Picornell. El momento más feliz de la inconexa retahíla henchida de testosterona lo aportó la interrupción de una espontánea, "en español, por favor". Mejor en ucraniano, para disimular la desorientación de una perorata plagada de "aquí de lo que se trata es de".

Company se proclamó "payés" un centenar de veces, a lo que puede sumar su glorioso desempeño como conseller de Agricultura que ni se enteró -por ponerlo en términos no difamatorios- de que la Xylella exterminaba los almendros hacia los cuales debía mostrar una sensibilidad especial. Cierto es que contaba con el beneplácito de sus técnicos, que ahí siguen hasta que no quede un solo árbol.

Todos los presidentes del PP han gobernado Balears a excepción de Rosa Estarás, que llegó a vicepresidenta antes de fugarse a Bruselas para eludir el contagio judicial. Cañellas remató cuatro investiduras de cuatro intentos, entre los marcadores más fulgurantes del Estado. Su sucesor Jaume Matas venció en dos de cuatro elecciones, porque ganar es gobernar. Bauzá suma una victoria y una derrota, aunque el estrépito de su caída dejó a los populares en la UCI. Siguen en estado de coma inducido. El senador suma otra marca, nunca un president del PP había perdido un envite contra un rival interno, tan endeble además como Company.

Hasta un politólogo puede advertir la línea descendente en los candidatos populares. Dan ganas de pedir perdón a Gabriel Cañellas, cuando se advierte que fue rebajado por Jaume Matas, desfigurado hasta lo irreconocible por el castrense Bauzá y reducido a migajas por un Company que hará las delicias de los fotógrafos con su gestualidad desbocada a lo Sarkozy.

Company transmite violencia incluso cuando abraza. O sobre todo cuando abraza. Su puesto en el terreno de juego es el de hooligan. Contra sus poses desafiantes, se niega a ser portavoz del PP en cuanto jefe de la oposición con asiento en el Parlament. Al esconderse detrás de la altisonante Marga Prohens, no solo pretende disimular su desconocimiento de las áridas cuestiones administrativas. Se trata sobre todo de impedir que la cuidadosa restauración de su figura de escayola no se desmorone hecha añicos, en cuanto la emprenda a golpes.

Francina Armengol suspira por tener a Company de interlocutor. Sabe que la incontinencia verbal del nuevo presidente del PP le garantiza la estampa de conjurar a un extremista, con lo cual puede seguir fingiendo que ejecuta una política de izquierdas. La legislatura oscila entre el oportunismo del Govern y la imagen de un pachá hibernando en el Parlament hasta 2019.

Acabando con el interrogante colocado erróneamente al principio, ¿por qué no puede ser Company president del Govern, si lo ha sido hasta Bauzá? Porque el cambio de reglas y jugadores cancela el automatismo. Y singularmente, ¿puede llegar Company a president siendo él mismo? Ni hablar. De ahí el ocultamiento de su fama y de su figura. Sin embargo, el triunfo electoral del PP depende más de Balti que de su candidato.

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