Bartolomé Cursach, el empresario y magnate de la noche, no se ha derrumbado ni física ni psicológicamente tras los barrotes de la cárcel de Palma. Todo lo contrario, invierte el tiempo que el régimen penitenciario le permite en preparar su defensa con sus abogados. Una reunión tras otra. Y el resto de las horas intenta vivir como un interno más del módulo de preventivos, donde ingresó hoy hace tres semanas y donde además convive con internos en prisión provisional y con condenados por primera vez.

Cursach acepta la rutina diaria con disciplina y sin llamar la atención. Eso sí, siempre está acompañado por Bartomeu Sbert, su director general, también encarcelado en el mismo módulo, que desde hace 21 días se ha convertido en la sombra del empresario, revelan fuentes del centro penitenciario palmesano consultadas por este diario.

El viernes 3 de marzo el juez Manuel Penalva decretó el ingreso en prisión sin fianza de Cursach, después de permanecer tres días detenido en los calabozos de la Policía Nacional y de negarse a declarar ante el instructor de la causa y los fiscales Subirán y Carrau.

Desde entonces, el magnate de la noche, investigado por extorsión, amenazas, uso de información privilegiada, pertenencia a organización criminal, delitos contra la hacienda pública, tráfico de influencias, corrupción de menores, delito contra los derechos de los trabajadores, cohecho, falsedad documental, tráfico de drogas, estafa procesal, utilización en juicio de documentos falsos, dos homicidios y tenencia ilícita de armas, vive como "un preso más, con normalidad absoluta, asumiendo la disciplina de la cárcel y del módulo de preventivos en el que está ingresado", señalan las fuentes consultadas.

Tras salir de los juzgados de Vía Alemania, Cursach, de 67 años, fue trasladado esposado y en un furgón policial hasta el centro penitenciario. Las puertas de la cárcel se cerraron tras él. Pasó el primer día en el módulo de ingresos, donde como todos los presos en las mismas circunstancias fue sometido a un examen médico, un examen psicológico y una entrevista de aptitudes realizada por un educador que luego se tiene en cuenta para asignar la tarea más adecuada a cada interno, detallaron otras fuentes a este diario.

Todos estos datos, aclaran las mismas fuentes, luego son evaluados por la junta del centro penitenciario antes de que el interno ingrese 24 horas después en el módulo definitivo: la mencionada área de preventivos, donde conviven presos en esta situación procesal con otros condenados por sentencia firme por primera vez, sin ninguna distinción entre ellos.

Las fuentes a las que ha tenido acceso Diario de Mallorca resaltan la fortaleza psicológica del empresario, lo que concuerda con el retrato psicológico que de él han hecho personas que le han tratado en diferentes momentos a lo largo de su trayectoria profesional.

Según estos últimos, Bartolomé Cursach, el dueño de BCM, Pachá, MegaPark o el gimnasio Megasport, es un hombre de personalidad arrolladora, "un coloso, una persona con alergia a la trascendencia pública con una obsesión muy desarrollada por cuantificar todos los que son sus focos de interés", han concretado estos testimonios.

Y en la cárcel el interés de Cursach es uno: preparar su defensa jurídica con sus abogados. Todo lo demás parece secundario: no es un habitual del gimnasio del módulo, ni tampoco se deja ver con demasiada frecuencia por el patio, el salón de televisión o la biblioteca de la prision, las principales opciones de ocio en el micromundo carcelario.

Mantiene reuniones con sus abogados todo lo que el régimen penitenciario le permite y el resto del tiempo intenta pasar desapercibido, ha podido confirmar Diario de Mallorca, siempre acompañado por su hombre de confianza Bartomeu Sbert. "Está bien integrado, mantiene una actitud tranquila, serena y se muestra muy educado en todo momento".

El empresario no recibe trato de favor, aseguran estas fuentes: tiene el derecho de realizar diez llamadas telefónicas a la semana, un vis a vis y recibir visitas según el régimen estipulado por el centro. El magnate ocupa ahora el segundo plano como un preso más hasta que llegue el momento para el que se está prerando.