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Opinión

El camarote de los hermanos Marx

Todos quieren su parte del pastel, y es comprensible. En estas tierras llevamos décadas viendo como unos pocos empresarios se enriquecían trayendo miríadas de viajeros atraídos por el clima y la belleza natural. El problema es que internet ha abierto la posibilidad de beneficiarse de este fenómeno a casi todo hijo de vecino, y son muy pocos los capaces de sustraerse al canto de sirenas: el resultado ha sido una oleada turística sin precedentes y la práctica imposibilidad para los residentes de encontrar un piso con un alquiler razonable.

¿Y ahora qué? Pues nos enfrentamos a más de lo mismo, sin saber muy bien cómo va a acabar. Las compañías aéreas y touroperadores van a hacer lo único que saben, y no serán ellos los que plantearán poner un límite. No van a dejar de ganar un euro para que se lo lleve la competencia. Y lo mismo se puede decir de los anfitriones de estos visitantes, desde los magnates hoteleros hasta el propietario de cualquier piso susceptible de ser alquilado ilegalmente. Estamos inmersos en una carrera de pollos sin cabeza, en la que todos tratan de sacar más y más dinero mientras dure.

La cuestión es cuánto durará. Si uno viaja un poco al extranjero le resulta fácil encontrar a gente que ha estado en Mallorca, pero de ellos, son pocos los que han repetido. En verano -y aquí el verano dura ya seis meses- es casi imposible encontrar una playa tranquila, un restaurante con mesas libres o una carretera sin atascos-. Sería ingenuo creer que políticos o empresarios van a tratar de poner un poco de orden en este desenfreno. Probablemente serán los mismos turistas los que dirán basta y elegirán otras opciones. Mientras tanto, usted vaya acostumbrándose al camarote de los hermanos Marx y pídase dos huevos duros.

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