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Opinión

Idus de marzo

Los partidos políticos utilizaban el sistema más antiguo que existe para elegir a su cabeza de lista electoral, el del dedo que señala al favorecido, hasta que apareció el sistema de las primarias copiado, como tantas otras cosas —ya sean de orden político o no— de los Estados Unidos. Las primarias funcionaron siempre bastante bien en el gigante estadounidense, coincidiendo sus resultados de manera exacta con lo que el aparato del partido, ya sea republicano o demócrata, habrían elegido por ellos mismos, hasta que Donald Trump torció esa ley histórica. A juzgar por los resultados obtenidos en la elección de veras, la de la Casa Blanca, y pese a lo que decían todas las encuestas, el sistema de las primarias funcionó a la perfección.

En España las cosas han ido de manera muy distinta. Por lo que hace a los dos únicos partidos que lograron acceder a la Moncloa las primarias, o bien no existen, como sucede con el Partido Popular—que nombra siempre como candidato a Jefe de Gobierno al elegido a dedo por el aparato—, o han sido un desastre completo, como es el caso del Partido Socialista Obrero Español, metido en una especie de Día de la Marmota del que sale cada vez con menos votos.

Aun así, el caso de Balears es, por lo que hace al PP, distinto. Se trata del partido que saca siempre más escaños en las elecciones al Parlament, aunque los pactos postelectorales le hayan apeado varias veces de la presidencia. Y si el PP balear no hace verdaderas primarias, sí que tiene en marcha un congreso que viene a equivaler al procedimiento al uso en los Estados Unidos, aunque con participación exclusiva de militantes. Pues bien, lo que anda en juego en ese congreso, lo único que en verdad importa en el que se celebrará una decena de días después de los idus de este mes —por usar una referencia clásica—, es quién se alza como candidato a la presidencia del Govern. Ahí aparece un cierto roce en la distribución de fuerzas. Hay dos candidatos a encabezar el partido, como se sabe, el expresident José Ramón Bauzá y Biel Company. Si el aparato de Madrid apoyó de manera obvia a Bauzá en las elecciones anteriores, y nada indica que no lo siga haciendo hasta el momento, los barones regionales se decantan de forma indudable por Company. Incluso quienes tuvieron cargos relevantes en el Govern de Bauzá le han abandonado optando por el candidato digamos alternativo.

Son dos las razones que explican la hipótesis bien extraña de una autonomía real del PP balear frente al sistema que gobierna con mano férrea el partido desde Madrid. La primera es ideológica; se refiere al lastre que supone el anticatalanismo de Bauzá y sus pocos fieles actuales. Parece obvio que esa postura genera un rechazo generalizado incluso por parte de los votantes típicos del PP, nada procatalanistas en sí mismos. Es, sin embargo, la otra razón de la fuerza menguante de Bauzá la que más cuenta. Company se ha hecho con la fontanería del PP balear y, dada su probable victoria en el congreso, los que quieren asegurarse tanto lugares confortables en las listas como cargos apetitosos en caso de victoria corren a rendirle pleitesía. Que para ello hayan tenido que apuñalar por la espalda a quien les aupó en sus carreras políticas es algo que forma parte de los usos actuales. Con una única duda a considerar, venida también de la herencia clásica: la que recuerda que Roma no paga a traidores.

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