Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

La Policía Local de Cursach

Los residentes en Palma y Calvià llevan años preguntándose a qué se dedican sus respectivas policías locales, siempre tan complacientes...

Álvaro Gijón frecuenta el auto. g. bosch

Los residentes en Palma y Calvià llevan años preguntándose a qué se dedican sus respectivas policías locales, siempre tan complacientes con la mafia del ruido. El magistrado Manuel Penalva resuelve este enigma ancestral en trescientos folios escalofriantes. A través de sus jefes, los agentes policiales estaban a las órdenes y a sueldo de Tolo Cursach, su verdadero patrón. Las contadas excepciones incorruptas confirman la regla.

Se puede discutir el grado de penetración del Grupo Cursach en la policía local, pero el auto describe una compenetración absoluta. De nuevo, el problema radica en los ciudadanos que pagaban una parte consistente del salario policial, a cambio de ser estafados. La fusión policiacoempresarial no podría habilitarse sin el concurso de los políticos palmesanos y de Calvià. El juez desmenuza el papel concreto jugado por el diputado Álvaro Gijón, estrechamente emparentados a su odiada UM pero sin olvidar el silencio cómplice de los consistorios socialistas.

Los autos y sentencias deberían aportar un título, que aquí sería “La policía local de Cursach”. Sin embargo, la localización del problema se debe a las limitaciones de la investigación. Las excelentes relaciones remuneradas del empresario con la Policía Nacional y con la Guardia Civil también están recogidas en el texto, y el titular debería corregirse en “Las policías de Cursach”. Resulta conmovedora la renuncia a implicarse de un agente del primero de los cuerpos estatales citados, pero solo “porque por 90 euros a la noche no vuelve a trabajar de seguridad” privada en las discotecas del Grupo. La corrupción hay que pagarla, y el lector debe preguntarse por qué la sectorización de la Benemérita incluye una sola área que cubre toda la Bahía de Palma, desde Llucmajor hasta Calvià.

Los policías de Cursach “machacan a los establecimientos de ocio competencia del Grupo”. Tomeu Sbert, número dos del empresario, “se permitía ordenar a los agentes de policía que acudieran a los locales de la competencia a efectuar inspecciones”. La abundancia y riqueza de testimonios deprimentes complican la defensa de los tres detenidos y dos encarcelados de la semana pasada. Alguien tendrá que cargar con el mochuelo.

Al igual que ha ocurrido en los casos de corrupción política, el vértice de la pirámide puede escudarse en que ignoraba los manejos de sus subordinados. De hecho, Sbert y el número tres Bergas aparecen mencionados en el auto con mayor profusión que Cursach. En la Mallorca tradicional de la omertà, los lugartenientes asumirían el castigo a cambio de blindar a su jefe.

Sin embargo, los escándalos recientes han corroído las solidaridades de sangre. Ante la abrumadora acumulación de testimonios, Sbert y Bergas son los primeros candidatos a un arrepentimiento que alivie sus perspectivas penales. La partida seguirá jugándose en las mismas sombras nocturnas donde se ha intentado amedrentar a los testigos, que han llevado a Cursach a la cárcel. “No sabéis la que habéis montado, esto no te va a salir gratis”.

Una pandilla con más uniformes que vergüenza ha descabalado a perpetuidad la confianza sagrada entre la policía y el ciudadano. En el panorama de corrupción a la mexicana que describe el auto, adquieren especial dramatismo las intervenciones del comisario Joan Mut, que ascendía a jefe de la policía local de Palma al tiempo que se doctoraba en Filosofía con una tesis sobre el místico Joan Mascaró, sin duda el intelectual mallorquín más reputado del siglo XX.

Según el auto, Mut convocaba en su despacho al incauto agente que se había atrevido a sancionar a un establecimiento del todopoderoso califa de Palma y Calvià. Por si la reunión no fuera intrínsecamente nauseabunda, el policía reconvenido narra que además estaba presente Tomeu Sbert. Es decir, el funcionario denunciante debe retractarse en presencia del denunciado, un punto más allá de las autocríticas estalinistas. El doctor en Filosofía se habría excusado posteriormente con un socrático “de los errores se aprende”.

El auto recoge todo lo que usted no deseaba saber sobre la vida íntima de Palma y Calvià, y que además nunca se hubiera atrevido a preguntar. En resumen, Cursach “desde hace muchos años controla con inusitada facilidad y eficacia diversos estamentos, instituciones, organismos políticos y policías que se pliegan dócilmente a sus intereses”. En el ritual de las inspecciones amañadas, el policía que va a personarse después de haber avisado al Grupo, ensaya el efecto dramático. “Haz como que no me conoces”. Ojalá Mallorca nunca les hubiera conocido.

Compartir el artículo

stats