Los tentáculos de la influencia de Cursach no solo se limitaban a controlar la cúpula de la Policía Local de Palma, sino que también se extendían hacia otros departamentos municipales. Y lo mismo ocurría en Calvià, donde dominaba a la Policía y al Ayuntamiento.

Hace unos años Cursach compró la discoteca Pachá, en el Paseo Marítimo. A pesar de que se trataba de un negocio muy rentable, lo compró por un precio casi ridículo, que recuperó en un año. No solo conseguía apoderarse de un local situado en una de las mejores zonas de Palma, sino que terminaba con uno de sus principales competidores.

Uno de los antiguos dueños, que es un conocido empresario del sector de la restauración, explicó al juez que no tuvieron más salida que vender. Cursach tenía una autorización para construir en un terreno situado sobre la discoteca y amenazó con realizar esta obra. Ello iba a suponer la desaparición del negocio. Cursach pagó por Pachá cien millones de pesetas, un tercio de su valor real.

Los anteriores propietarios llevaban catorce años solicitando la licencia de actividad en el Ayuntamiento de Palma, pero no lo lograron. Siempre aparecía una excusa nueva para desaprobar la licencia. Sin embargo, la situación cambió cuando Cursach se hizo con el control de esta conocida discoteca. En apenas un mes resolvió el problema. Movió sus hilos en Cort y así logró todos los permisos que necesitaba. Y lo consiguió sin haber modificado absolutamente nada de la estructura interna del local.

Una sospechosa situación que destaca el juez es el volumen del aforo autorizado en Pachá. Un funcionario escribió que el aforo aceptado era de más de 600 personas, cuando en realidad el tope era de unas 220. La empresa se ha aprovechado de este error y permite la entrada de más de 600 personas. Sin embargo, el seguro de la discoteca deja muy claro que el aforo es de 220 personas.