"Acudí a realizar el vídeo de Son Dureta pensando que me iba a encontrar con un escenario más propio de una película de terror y con lo que me topé fue con un lugar que ha tenido una relación emocional muy especial con muchos mallorquines. En las paredes había pintadas de sus trabajadores que, antes de trasladarse a Son Espases, querían dejar un testimonio de su paso por Son Dureta. Pintadas del tipo: Nací aquí, aquí encontré mi primer trabajo, aquí conocí a mi pareja y aquí tuve a mis tres hijos".

Quien suscribe estas palabras es Luis Ortas, uno de los responsables de Cinètica Produccions, una empresa de comunicación transmedia a la que el Govern ha contratado para realizar una serie de documentales para su servicio de comunicación y que ha sido uno de los pocos privilegiados que ha podido acceder al interior de los edificios de Son Dureta, hoy en día cerrados a cal y canto y con sus accesos vedados a las personas por motivos de seguridad.

Para rodar el vídeo usaron un dron para tomar imágenes panorámicas de todo el recinto hospitalario desde el cercano bosque de Bellver y accedieron, cámara en mano, a las antiguas urgencias gracias a un seguro de responsabilidad civil tramitado por el Govern para un solo día, la jornada de la grabación.

"Estaba mejor de lo que pensaba encontrarme después de tanto tiempo cerrado. En realidad parecía que acababan de desalojarlo, con muchas pintadas de los trabajadores por las paredes. Sí te llamaba la atención que había máquinas de escribir, como un recuerdo de la tecnología del pasado, algún que otro mueble con diseño de los años setenta y carteles de huelgas generales de la época de Rodríguez Zapatero", revela Ortas antes de añadir que no detectó ningún acto de vandalismo en el interior del edificio.

Esta impresión es corroborada por Juan Manuel Rodríguez, guardia de seguridad que comenzó a trabajar en Son Dureta dos años antes de su traslado a Son Espases y que, aún hoy, vigila cada día que no accedan al recinto personas ajenas. "En todos estos años han entrado gamberros que han roto algunas vallas pero nunca han llegado a ocupar ningún edificio gracias a que tenemos cámaras diseminadas por todo el recinto y avisamos a la Policía ante cualquier intento de entrada", se enorgullece Juanma Rodríguez.

"Cuando estaba grabando", concluye su relato Ortas, "me entraron ganas de hacer un documental que refleje el aspecto emocional del viejo hospital, un centro en el que han nacido muchos mallorquines y al que ahora se le da una nueva vida para que algunos de ellos también puedan morir tranquilamente en él".

Varias legislaturas

Pero antes, habrá que sortear un largo proceso administrativo. En el Servei de Salut no dudan en hablar de un "proyecto a largo plazo, de varias legislaturas". Se deben redactar, explican, los proyectos de demolición de los viejos inmuebles, elaborar los planes funcionales de los nuevos edificios, redactar los proyectos de estos, realizar la evaluación del viejo edificio general semicircular y licitar y adjudicar todas las obras. Trámites todos ellos que en el mundo de la Administración pueden resultar interminables.

Sucintamente, el plan de usos del nuevo Son Dureta contempla un área de hospitalización centrada en la cronicidad, convalecencia y demencias con 450 camas y un área ambulatoria con consultas externas, unidad de rehabilitación cognitiva, hospital de día rehabilitador y de salud mental y un centro ocupacional con una capacidad para unos 170 pacientes.

Estos nuevos recursos asistenciales estarán ubicados en el nuevo edificio de 35.000 metros cuadrados que se construirá donde hoy todavía se alza el edificio verde de consultas externas, el maternoinfantil y las dependencias que albergaban los vestuarios y las cocinas, y en el viejo edificio general semicircular, bien sea reformado o demolido y construido de nuevo, eso aún no se ha decidido.

El edificio general tiene 41.600 metros cuadrados repartidos en ocho plantas que, con las actuales exigencias de edificabilidad, se quedarían en unos 33.000. Todo apunta a que este edificio también será demolido en vez de reformado para preservar la uniformidad del complejo sanitario aunque la decisión todavía ha de tomarse.

Y en el otro extremo del recinto se ha reservado espacio para otra nueva construcción, de 8.000 metros cuadrados, que albergará la residencia para personas mayores en situación de dependencia.

Sin concesionarias

El coste de todo este ambicioso plan se ha cifrado en 120 millones de euros que, aseguran desde el Servei de Salut, se irán cargando en los presupuestos generales de la CAIB paulatinamente. En ningún caso se ha planteado sacar adelante este costoso proyecto con un modelo de concesión similar al establecido en los hospitales de Son Espases y Can Misses.

Y a diferencia de en estos dos últimos hospitales, la nueva área de Salud de Son Dureta sí dispondrá de plazas de aparcamiento gratuitas para los usuarios. Están proyectadas 500 plazas subterráneas y otras 250 más en superficie, asegura el Servei de Salut.

Durante la presentación de este proyecto, la presidenta Armengol aseguró que mantener Son Dureta todos estos años cerrado ha costado cinco millones a las arcas de la CAIB que el IB-Salut desglosa en gastos de desratización, electricidad, seguridad del complejo, limpieza de los jardines y del torrente y los impuestos de bienes inmuebles (IBI) de Cort de todos estos años. Unos 750.000 euros al año durante los últimos siete ejercicios, estiman.

Sobre si van a atender algunas de las reivindicaciones de Cort respecto al recinto hospitalario, el Servei de Salut reveló que en la zona este del solar se ha proyectado un espacio abierto ajardinado que se integrará con el bosque de Bellver. Para otras reclamaciones, aseguran que las conselleries de Salud y Serveis Socials ya han iniciado un proceso de recogida de propuestas entre las asociaciones ciudadanas vinculadas a ellas.

Consenso para conseguir que Son Dureta se convierta en el centro de referencia para los mallorquines en las etapas finales de sus vidas como lo fue cuando tuvieron un problema grave de salud.