Tolo Cursach, el magnate por excelencia de la noche de Mallorca, se adaptó sin aspavientos a su primera noche en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía de Balears. De hecho, el empresario no solicitó que le suministraran ninguna comida especial e ingirió el habitual bocadillo de mortadela.

Una de las primeras incógnitas que se abrían tras su detención por una quincena de cargos era cómo encajaría Cursach su estancia en el habitáculo policial de reducidas dimensiones. Tampoco se descartaba que solicitara la presencia de un médico para que le atendiera.

No hubo necesidad de alterar el normal funcionamiento. "Ha pasado una buena noche", resaltaron fuentes policiales. En este sentido, indicaron que lo más destacable de su estancia en el calabozo era que no había protagonizado ningún incidente reseñable durante su confinamiento.

"Ser encerrado en un calabozo es una de las experiencias más traumáticas que puede haber y no todo el mundo lo encaja bien", abundó un veterano agente. "Mucha gente se viene abajo cuando le hacen quitarse el cinturón o los cordones de los zapatos por razones de seguridad", precisó dicha fuente consultada.

La complejidad del caso por los presuntos delitos en los que se encuentra inmerso Cursach provoca que los investigadores traten de apurar el máximo de estancia en los calabozos que contempla la Ley de Enjuiciamieto Criminal para los detenidos: 72 horas. De hecho, podría ser puesto ante el juez el próximo viernes.

La ingente cantidad de documentación intervenida durante los registros practicados en las discotecas, en las oficinas del Grupo Cursach y en los domicilios del magnate y de sus dos altos ejecutivos complica las pesquisas. Máxime cuando existe una descomunal cantidad de datos que procesar.