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Opinión

Munar descubre el peso de la ley

No, señora Munar, la colaboración con la Justicia no es admitir que has cobrado una mordida millonaria a cambio de malvender uno de los solares más valiosos del Consell cuando ya estás acosada por las pruebas y testimonios de arrepentidos. Ni se puede entender como reparación del daño entregar 150.000 euros de los dos millones que se considera probado que te entregaron.

La antigua todopodorosa jefa de Unión Mallorquina se aprovechó durante años de su condición de partido bisagra para enriquecerse a costa de todos los ciudadanos de la isla que presuntamente representaba. Hasta el punto de que los policías que investigaron la sucesión de mangarrufas que lo envolvían lo llegaron a describir como una "asociación de malhechores". La actividad política en aquellos años estaba, según ha quedado demostrado en repetidas sentencias, supeditada al latrocinio. Nunca tan pocos votos -30.000 en sus mejores épocas- propiciaron tantos casos de corrupción, enchufismo, nepotismo y fraude. Y todo, no lo olvidemos, con la complicidad de los partidos que se daban bofetadas por gobernar a su lado, tanto el PP como los que formaban el primer Pacte de Progrés. Porque aquí nadie quería ver nada.

Ahora la realidad es bien distinta. Maria Antònia Munar es una de las grandes perjudicadas por el cambio del viento, el que parece que ha acabado con la impunidad de los políticos. ¿No recuerdan cómo se presentó a declarar frente las primeras acusaciones, rodeada de su claque de fieles, como una estrella de cine?

Fue precisamente esa sensación que estar por encima del bien y del mal lo que llevó a muchos de aquellos políticos emprender una frenética carrera por el saqueo, lo que les llevó a cometer errores, errores que algunos están pagando caro.

Demasiado caro, piensa Munar, que se ha quedado atrás frente a algunos de sus antiguos colaboradores, más rápidos en tirar de la manta y colaborar con los investigadores. Se queja ahora de la dureza de la fiscalía, que se ha mostrado insensible a la hora de negociar un pacto global por todas las causas que tiene pendientes. Seguramente porque ya es tarde para alcanzar acuerdos.

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