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Análisis: Las instituciones se pasan la factura de la 'xylella', por Matías Vallés

Según las proyecciones que se efectuaban treinta años atrás, Mallorca debía contar hoy con un hospital de la dimensión de Son Espases, consagrado íntegramente al tratamiento de los miles de enfermos de sida de la isla. Los pronósticos no se cumplieron, por fortuna y sin minimizar las tragedias individuales asociadas al síndrome. Primera regla, dudar de las predicciones, aunque se envuelvan con un forro científico.

Las plagas tienen una génesis anodina, que les permite medrar desapercibidas. De repente adquieren una velocidad de propagación exponencial, un tramo casi vertical en la curva correspondiente. Cuando parecen imbatibles y con vocación universal, sufren en algún momento un estancamiento inexplicable que contrasta con su auge previo. Sucedió con el VIH del sida, con los virus gripales fatídicos o con el ébola. Si hubiera muchas excepciones a este comportamiento, no estaríamos aquí para contarlas.

Desde el escepticismo que debe guiar a la ciencia incluso en los momentos de mayor zozobra, la xylella fastidiosa fastidiosa es la mayor amenaza que ha sufrido el medio ambiente mallorquín hasta la fecha. La hipótesis de la eliminación del arbolado, en una isla que vive exclusivamente de su paisaje, exime de aportar argumentos adicionales. El culpable genérico sería el estrés de los territorios mediterráneos, ante una presión humana que se considera indiscutible.

Las primeras informaciones sobre la xylella no se corresponden con su aparición en Mallorca, a diferencia de lo que ocurrió cuando este diario informó de la primera víctima mallorquina del sida. La ocultación deliberada de la magnitud de la invasión, a cargo del anterior Govern del PP y del actual ejecutivo del Pacto, ha aliviado la presión sobre los políticos a cambio de facilitar la propagación de la bacteria.

Las instituciones se pasan la factura de la xylella, con un cinismo revestido de burocracia. El actual Govern solo ofreció las primeras cifras tras una orden ministerial restrictiva del Gobierno. Ambos escalones estatales confían en descargar las culpas de las medidas drásticas sobre los hombros inmisericordes de la Unión Europea. Mientras amortiguan el daño electoral, la plaga se difunde.

El empeño del Govern en desinformar a los payeses impide una valoración fiable de la amenaza. Según las declaraciones oficiales de las autoridades mallorquinas, la situación está bajo control. En cambio, los agricultores valencianos exigen medidas de aislamiento de Mallorca dignas de Donald Trump. Mientras se mira bajo la alfombra de los viñedos, cabe preguntarse qué habría ocurrido con una actuación más firme entre 2012 y la llegada del actual Govern en 2015.

Vicenç Vidal es menos conseller hoy que hace una semana. Ha contagiado su gestión de la xylella que heredó. La diseminación garantiza que las medidas represoras se adoptarán contra el medio ambiente, no contra quienes lo han dañado tal vez irreversiblemente.

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