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Opinión: Un mercado eléctrico perverso, por Miguel Vicens

La liberalización del sistema eléctrico se vendió en el lejano 1997 como la fórmula perfecta para mejorar el servicio de las compañías y ofrecer...

La liberalización del sistema eléctrico se vendió en el lejano 1997 como la fórmula perfecta para mejorar el servicio de las compañías y ofrecer al ciudadano precios más ajustados y competitivos. Nada más lejos de la realidad. El servicio eléctrico dejó de ser tratado como una prestación pública esencial y se entregó al libre mercado más salvaje. Cuando más frío hace y el ciudadano más necesita el suministro, los precios se disparan de forma indecente; cuando menos se precisa, la subasta de los contadores y las facturas indescifrables se modera. Como consecuencia de este mecanismo sin control, surge una nueva forma de indigencia, la denominada pobreza energética, la que sufren miles y miles de ciudadanos que no pueden permitirse un miserable radiador. A cambio, la lista de políticos que han ocupado puestos en los consejos de administración de las eléctricas aumenta a velocidad de vértigo: De Guindos, Salgado, Aznar, Pizarro, Cabanillas, Borrell, Acebes, González o Narcís Serra. Ellos sí que han probado la zona de confort de las puertas giratorias.

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